La Batalla de Anghiari
La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci, será por siempre la obra maestra inacabada y perdida del polímata vinciano. Perdida o, más bien, arruinada. Otro fracaso de un genio descarnadamente humano y contradictorio.
El Palazzo della Signoria de Florencia fue el escenario de la batalla entre Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti. La batalla de Las Batallas de Anghiari y de Cascina. El enfrentamiento directo entre dos artistas geniales que finalmente quedó en tablas. O mejor dicho, en muros repintados.
- Florencia en 1503
- El encargo
- La Batalla de Anghiari: hechos históricos
- La ubicación: la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia
- La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci. Concepto
- Preparación de Leonardo da Vinci para La Batalla de Anghiari
- La ejecución de la pintura
- La descripción de Vasari de La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci
- La batalla interna de Leonardo da Vinci
- La batalla de las batallas. Leonardo da Vinci Vs Miguel Ángel
- Las copias de La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci
- La intervención de Giorgio Vasari
- ¿Y si la Batalla de Anghiari nunca se pintó?
Florencia en 1503
En 1499, Leonardo da Vinci debe marchar de Milán con la invasión de las tropas francesas de Luis XII. Después de un fugaz paso por Mantua y Venecia, vuelve en 1500 a Florencia. Más de diecisiete años han pasado: Florencia ha cambiado. La familia Medici ya no gobierna la ciudad estado. Tras la entrada del ejército francés en 1494, le sigue el gobierno religioso fundamentalista del monje Girolamo Savonarola que fue quemado en la hoguera. Para 1498 se había repuesto la República en Florencia.
En 1492 llega a Roma el nuevo papa Alejandro VI, quien nombra capitán general de los ejércitos papales a su hijo ilegítimo César Borgia. Con él se iniciarían una serie de campañas bélicas entre 1499 y 1503 por el centro de Italia, en las que Leonardo fue prácticamente forzado a servir como ingeniero militar al audaz y cruel Borgia. Florencia inicia una guerra con la vecina Pisa en el intento de tener una salida al mar necesaria para el comercio florentino. Era una época de difícil equilibrio en la zona central de Italia. Dos potencias como Francia y España presionaban. Mientras que César Borgia busca unificar y controlar el territorio. Florencia hace equilibrios diplomáticos, en gran parte gracias a la labor de Nicolás Maquiavelo, para permanecer independiente.
Después de ocho meses viajando por el centro de Italia a la orden de César Borgia, por fin, en 1503, Leonardo se establece en Florencia. La guerra contra Pisa está parada. El intento de desvío del río Arno para desabastecer a la ciudad, ideado por Leonardo como una estrategia para ganar la guerra sin derramamiento de sangre, queda abandonado. En el ambiente artístico de Florencia irrumpen jóvenes figuras, entre las que destacan el temperamental Miguel Ángel.
El encargo
En este contexto histórico, en octubre de 1503 Leonardo da Vinci recibe el encargo de pintar un gran fresco en una de las paredes de la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia. Muy posiblemente el encargo fue sugerido por Maquiavelo, amigo de Leonardo, al por entonces gonfaloniere de Florencia, Piero Soderini. En el acuerdo firmado entre la Signoria y Leonardo se indica que el tema elegido para la pintura mural sería La Batalla de Anghiari.
El gobierno florentino (Signoria) buscaba exaltar la gloria de sus guerreros y es posible que alentar un sentimiento patriótico que ayudara a recaudar nuevos fondos para reactivar la guerra contra Pisa.
La Batalla de Anghiari: hechos históricos
La Batalla de Anghiari se produjo en 1440. Un ejército de 2.500 florentinos se enfrentó a una fuerza de número similar milanesa a las órdenes del condottieri (capitán de mercenarios) Niccolo Piccinino. Obviamente, ganaron los florentinos, que consiguieron mantener la ciudad independiente y que el avance del Duque de Milán no se extendiera por la Toscana.
En uno de los cuadernos de Leonardo existe una descripción de la batalla que probablemente le hiciera su amigo Agostino Vespucci. Este relato es, en gran parte, coincidente con el que redacta Maquiavelo en su Historia de Florencia. En cambio, en su parte final difieren sustancialmente. En la que, posiblemente escribe Vespucci, se da a entender que la batalla fue cruenta, una carnicería con gran número de bajas. Según Maquiavelo, la batalla duró solo cuatro horas, murió solamente un hombre que además no se debió a ningún golpe, sino a que cayó de su caballo y fue pisoteado hasta la muerte.
Esta manera, un tanto deslucida de combatir, tiene sus razones. Maquiavelo explica que los hombres estaban acostumbrados a luchar tan protegidos que los golpes no les producían suficiente daño, pero sí mucha fatiga física, que era lo que al final hacía que se rindieran.
Parece que Leonardo se quedó con la descripción de Vespucci. Más acorde con lo que quería expresar (y había podido presenciar en directo) sobre la atrocidad de la guerra.
La ubicación: la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia
El gran fresco de la Batalla de Anghiari encargado a Leonardo debía realizarse sobre una superficie inmensa. Una pared de unos 53 metros, de la que Leonardo tenía disponible casi un tercio para su pintura. Este muro se encontraba en la imponente Sala del Gran Consejo de lo que ahora se conoce como el Palazzo Vecchio de Florencia, antes el Palazzo de la Signoria. Es decir, el palacio del gobierno de Florencia.
La sala fue ampliada en 1494 durante el gobierno de Savonarola para poder acoger a los quinientos componentes del Gran Consejo de Florencia. Por eso a la sala también se la conoce como el Salón de los Quinientos. Cuando el monje fue ejecutado en la hoguera, el líder del Gran Consejo pasó a ser el gonfaloniere, el abanderado. Es posible que esto le diera la idea a Leonardo de utilizar la lucha por el estandarte como el tema central para su Batalla de Anghiari.
Para Leonardo y sus ayudantes fue habilitado un taller en la Sala de los Papas de la iglesia de Santa Maria de Novella. El lugar era lo suficientemente grande para poder realizar el dibujo preparatorio a tamaño real.
La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci. Concepto
Leonardo da Vinci, con su Batalla de Anghiari, se propuso realizar una pintura mural que fuera a la vez admirable y atroz, bella y aborrecible. Buscaba una obra de arte que mostrara, de la manera más descarnada y real posible, el horror de la guerra. Quizá un recordatorio a los quinientos componentes del Gran Consejo, con el gonfaloniere Soderini al frente, de que las sangrientas guerras no eran la mejor manera de solucionar los problemas entre territorios. La Signoria pretendía que la obra fuera un recuerdo glorioso y patriótico de la victoria de Florencia sobre Milán. Pero el orgullo de mostrar una ciudad estado independiente se convertía en un discurso antibelicista por parte de Leonardo.
Da Vinci eligió para la parte central del mural la escena de la lucha por el estandarte y las que nos ha llegado por sus copias. Convirtió la secuencia en un auténtico caos de sadismo. Violencia descarnada, lucha encarnizada entre hombres tirados en el suelo, a punto de ser pisoteados por los caballos. Confusa coreografía de cuerpos humanos y equinos luchando desesperadamente. Las cabalgaduras son extensión de sus jinetes y luchan también entre ellas. Leonardo buscaba conmocionar mostrando sin tapujos el sinsentido de tanto salvajismo.
Se trata de una secuencia rebosante de fuerza, agresividad excesiva, crueldad manifiesta, supervivencia asesina. Nada que ver con su otra famosa obra mural: La Última Cena, donde la narrativa está contenida, recorre la mesa en un discurso a lo largo del tiempo, dilatando un momento. En La Batalla de Anghiari todo ocurre en el mismo instante, no hay narrativa, es una foto fija del horror de la guerra.
Preparación de Leonardo da Vinci para La Batalla de Anghiari
Leonardo no escatimaba esfuerzos y tiempo en preparar sus obras. La Batalla de Anghiari es otro ejemplo de esta obsesión por tener atados todos los detalles antes de la ejecución. Se documentó sobre la batalla, realizó numerosos estudios y bocetos, ideó la técnica más adecuada a su manera de pintar, incluso inventó un andamio de mecanismo de tijera para la ocasión.
Documentación
Como era habitual en Leonardo, cuando emprendía un nuevo proyecto artístico le gustaba documentarse, saberlo todo. Su voraz curiosidad le llevaba a ir siempre más allá de la propia pintura. Así que para abordar la representación de la batalla, Leonardo buscó a algunos veteranos sobrevivientes de la contienda para que le narraran lo vivido en primera persona.
Aunque habían pasado más de sesenta años, aún quedaban vivos algunos de los participantes de la contienda de los que pudo recabar sus impresiones. Sabiendo el interés en el detalle de Leonardo, es seguro que obtuvo, a través de estos guerreros veteranos, información detallada sobre las armas, cascos, vestimenta y armaduras utilizadas en la batalla. Así queda reflejado en los bocetos y en las copias posteriores, donde podemos observar la utilización de espadas curvadas y armaduras con simbología animal.
Estudios y bocetos preparatorios
Antes de acometer la pintura, con el tema principal de la lucha por el estandarte ya elegido, Leonardo se lanza a una minuciosa tarea: realizar estudios de los personajes protagonistas. Estos serían tanto los guerreros florentinos y milaneses como los caballos, que adquieren una personalidad acorde a la de sus jinetes.
Estos estudios y bocetos es lo que nos ha quedado de la mano de Leonardo da Vinci de su Batalla de Anghiari. Algunos son de una extrema belleza y desgarradora fuerza, muy alejado de la mayoría de sus composiciones, por lo general mucho más serenas y armónicas.
Los guerreros
Son los dibujos preparatorios para La Batalla de Anghiari más conocidos, por su dramatismo y belleza. Leonardo muestra en ellos su maestría a la hora de plasmar las emociones. Sus concienzudos estudios anatómicos le había proporcionado la suficiente información como para saber qué músculos del rostro se activaban con cada tipo de emoción.
Leonardo nos hace sentir a través de sus personajes toda la furia e ira que embarga a todo guerrero en una batalla. Busca con el dramatismo, el punto de desgarro y barbarie más álgido a través de los rostros de los combatientes. Los hay jóvenes y vigorosos, pero también mayores e iracundos. Todos reflejan la fuerza desesperada de la guerra.
Los caballos
Leonardo da Vinci amaba los caballos. Sabemos que era un enamorado de la naturaleza, algo que adquirió a través de su tío Francesco en su infancia en Vinci. Posiblemente, con el encargo de la gran escultura ecuestre de Francisco I, por parte de Ludovico Sforza años antes en Milán, el profuso estudio de la anatomía equina que llevó a cabo hizo aumentar aún más la fascinación de Leonardo por estos animales.
En La Batalla de Anghiari, Leonardo no solo se esfuerza en reflejar de la manera más realista posible los movimientos de los caballos, sino que les dota de personalidad. Sus enormes cabezas reflejan las mismas emociones que los guerreros.
Los equinos pasan a ser unos combatientes más. De hecho, podemos ver cómo uno de ellos muerde a un caballo oponente. Giorgio Vasari, que llegó a ver parte de la pintura, quedó impresionado por cómo Leonardo estaba «expresando la furia, la ira y la venganza, tanto de hombres como de caballos; dos de estos últimos, con sus patas delanteras trabadas, luchan a dentelladas, con no menos ferocidad que sus jinetes».
La acción
En la escena central, la única que conocemos a día de hoy, Leonardo representa una maraña compuesta por tres jinetes florentinos que tratan de arrebatar el estandarte a un general milanés.
Podemos ver en sus estudios preliminares cómo Da Vinci juega con diferentes composiciones. Son todas del mismo tipo, enmarañadas, en las que reina el caos y la confusión. Incluye, además, una polvareda levantada por las patas de los caballos que incrementa esa atmósfera agobiante y pegajosa, propia del fragor de la batalla. Esa idea de lucha encarnizada parece que la tuvo clara desde el principio. Podría responder, tanto a los relatos de los veteranos de la batalla, como a la propia interpretación de los enfrentamientos que el mismo Leonardo presenció durante el tiempo que trabajó para César Borgia y que le marcaron profundamente.
Para mostrar la batalla en todo su realismo, Leonardo realizó varios estudios sobre el movimiento, tanto de los guerreros como de los caballos. En el boceto de arriba podemos ver como, casi a modo de storyboard cinematográfico o incluso dibujo animado, desgrana varios movimientos de un guerrero golpeando con lo que podría ser una maza. Era parte de ese tumulto enrevesado, de esa tormenta de violencia que Leonardo se había propuesto conseguir.
La técnica
Y aquí Leonardo volvió a golpear con la misma piedra. Al igual que para La Última Cena, quiso realizar el mural, no al fresco como era habitual, sino al óleo. Esto se debía a su manera de pintar más lenta por ser mucho más minuciosa y detallista. Tanto para su claroscuro como para el sfumato, conseguir un efecto natural de la luz y un ambiente cargado de polvo, era necesario poder pintar al óleo. La pintura al fresco exigía trabajar muy rápido sin dar tiempo a superponer pinceladas lo que no era viable para Leonardo.
Parece que para esas fechas La Última Cena empezaba a dar sus primeros indicios de descascarillamiento, así que para La Batalla de Anghiari Da Vinci utilizó una nueva técnica. En esta ocasión, le añadió a la pared de yeso una capa con lo que denominó pece grecha (pez griega), una mezcla de cera y resina. En la descripción de los materiales que utilizaría para la pintura incluye casi diez kilos de aceite de linaza. Leonardo hizo algunos experimentos con esta mezcla a la que luego aplicaba calor para que se secara y quedara fijada. Estas pruebas pequeñas fueron buenas y se decidió entonces a utilizarla para el mural.
Puede que el aceite de linaza que le vendió el proveedor fuera defectuoso, quizá la imposibilidad para calentar una pintura de grandes dimensiones o ambas razones, hicieron que la pintura no fijase correctamente y terminara arruinándose.
La ejecución de la pintura
Sabemos que el acuerdo para la ejecución de La Batalla de Anghiari fue en octubre de 1503, pero ya conocemos el peculiar ritmo y flujo de trabajo de Leonardo da Vinci.
Dispersión
Invirtió gran parte del tiempo en documentarse sobre la batalla, en cómo afrontar la pintura según sus convicciones y en la experimentación sobre una técnica adecuada para su manera de trabajar. Además de idear un andamio en forma de tijera, ingenios para calentar la pintura y quedar fijada. Pero, como mente inquieta y dispersa que era, sabemos que Leonardo estaba también a muchas otras cosas: estudios de geometría, astronomía, óptica y un nuevo interés por el vuelo.
Disputas y retrasos
Esta lentitud de ejecución empezó a crear problemas y disputas por el salario. En una ocasión que Leonardo fue a recibir su mensualidad, el cajero le dio su asignación en «cartuchos de cuatrines», es decir, en monedas pequeñas. Leonardo, enfadado, lo rechazó aduciendo que «no soy pintor de cuatro cuartos». La anécdota refleja el disgusto de la Signoria de Florencia, y más precisamente de su gonfaloniere Piero Soderini, con la lentitud de Da Vinci.
Tal era el ambiente que Leonardo consiguió reunir dinero de entre algunos amigos para pagar a Soderini las cantidades recibidas y así poder abandonar el proyecto. El gonfaloniere lo rechazó y convenció a Leonardo para continuar el trabajo.
En mayo de 1504 se firmó una revisión del contrato con su amigo Maquiavelo de testigo. Esta revisión obligaba a Leonardo a terminar el mural en febrero de 1505 o tendría que devolver todo lo cobrado y todo el material que hubiera realizado hasta la fecha. Sabemos que esto no se cumplió porque tenemos un documento del propio artista en el que se encuentra pintando el 6 de junio de 1505.
Malos presagios
En el Códice Madrid II, folio 1r, aparece el relato de Leonardo da Vinci de lo que parece un mal presagio:
«El día 6 de junio de 1505, viernes, al toque de las 13 horas, empecé a dar el color en Palacio. En el momento en el que dejé el pincel, el tiempo se estropeó y en ese punto sonó la campana que convocaba a los hombres ante el tribunal. El cartón se rompió, el agua se vertió, y se quebró el recipiente que la contenía. En un momento empeoró el tiempo y llovió torrencialmente hasta bien entrada la tarde. El resto del día se quedó como si fuera de noche».
Abandono de la obra
La incapacidad de que la pintura quedara fijada al muro produjo tal frustración en Leonardo que no parece que se pudiera reponer. Había que sumar además las dificultades que generaba una obra tan grande en relación con la perspectiva, un elemento fundamental para Da Vinci. Se trataba de un mural demasiado extenso para la distancia que disponía el espectador. Es por eso que quiso enlazar varias escenas, aunque solo nos han llegado copias de la central.
El hecho de que fuera una escena ambientada en un exterior, pero dibujada en un interior que era sombrío, también suponía un problema de iluminación para Leonardo. Aunque consiguió que se abrieran cuatro nuevas ventanas en la sala, no fueron suficientes para él. Su perfeccionismo le hacía ver problemas allí donde otros artistas ni siquiera lo habrían tenido en cuenta y pasaban por alto.
Finalmente, amargado y desencantado por la imposibilidad del proyecto, buscó refugio de nuevo en Milán y abandonó la obra sin terminar. La admiración del rey francés Luis XII y de su nuevo gobernador, Charles d’Amboise le ofreció la protección suficiente para que el gobierno de Florencia le dejara marchar sin cumplir el contrato. Fue su último encargo público y pasó a la historia como un genio obstinado y perfeccionista. La Batalla de Anghiari pasó a engrosar la lista de las pinturas inacabadas y perdidas de Leonardo da Vinci.
La descripción de Vasari de La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci
Vasari en su obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, realiza esta apasionada descripción de la inacabada Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci:
“Un soldado veterano con gorra roja, gritando, agarra el bastón con una mano y, alzando una cimitarra con la otra, apunta con furia un golpe para cercenar las manos de aquellos que, apretando los dientes en la lucha, se afanan con fiereza en defender su estandarte. En el suelo, entre las patas de los caballos, hay dos figuras que luchan, y el que está en el suelo tiene sobre él a un soldado que ha levantado su brazo lo más alto posible, para que con mayor violencia pueda hundir una daga en su garganta, para acabar con su vida; mientras que el otro, luchando con sus piernas y brazo hace lo que puede para escapar de la muerte. No es posible describir la imaginación que Leonardo mostró en las vestimentas de los soldados, todas de diferentes maneras, y también en lo alto del casco y otros adornos; por no mencionar la increíble maestría que mostraba en las formas y los rostros de los caballos, que Leonardo, con su espíritu apasionado, sus músculos y su bella forma, dibujaba mejor que cualquier otro maestro.”
Paradójicamente, el autor de esta elogiosa descripción es quien recibiría el encargo, años más tarde, de pintar por completo la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia, cubriendo lo poco que quedaba de la obra de Leonardo.
La batalla interna de Leonardo da Vinci
El encargo de pintar una batalla por parte de la Signoria de Florencia tuvo en Leonardo da Vinci un efecto desestabilizador, algo le removió en el interior, desencadenó una batalla dentro de sí. Se habla de un Leonardo da Vinci pacifista, pero esto debemos matizarlo. Es probable que existiera una evolución e inflexión en su manera de entender la guerra.
«Puedo construir una cantidad infinita de ingenios de ataque y defensa»
En la carta que Leonardo envía a Ludovico Sforza en 1482 se postula, sobre todo, como ingeniero militar. No parece que la posición de Leonardo hacia la violencia sea muy distinta a la mayoría de sus contemporáneos, al menos, en aquel momento. En la Edad Media la violencia era el pan de cada día. La justicia no se andaba con remilgos, los castigos eran bastante crueles: amputaciones de miembros, torturas, las ejecuciones en la hoguera o por ahorcamiento eran usuales en las plazas públicas.
En este contexto, y sin que Leonardo haya presenciado jamás una batalla, su imaginación un tanto violenta le hace inventar numerosos artilugios de índole militar. Algunos con representaciones realmente cruentas. Un ejemplo es el carro falcado, con figuras humanas descuartizadas por doquier.
Otro documento que apoya esta imagen de un Leonardo fascinado por la imaginería marcial es una descripción de cómo un pintor debe trabajar una batalla que podemos encontrar en sus cuadernos manuscritos. En ella, unos diez años antes, existe una mezcla entre admiración y repugnancia que durante más de sus mil palabras va derivando hacia una brutalidad que parece hipnotizarlo. «Otros, en los estertores de la agonía, apretando sus dientes, entrecerrando los ojos, con los puños apretados contra el cuerpo y sus piernas descoyuntadas», escribe entre muchas otras frases de extrema violencia.
Esta descripción no está muy alejada de los bocetos que conocemos de La Batalla de Anghiari, si bien la intención de Leonardo parece más de denuncia que de fascinación.
A las órdenes de César Borgia: un antes y un después
Durante el periplo por tierras del centro de Italia como ingeniero militar a las órdenes del cruel César Borgia, Leonardo comprobó en primera persona todo el horror de la guerra.
Para César Borgia, el llamado por los italianos como duque Valentino (adaptación del título de duque de Valentinois que le otorgó el rey francés Luis XII), Leonardo auditó, reformó y mejoró fortificaciones, realizó increíbles y realistas mapas, diseñó cañones y maquinaria de guerra para asalto de murallas y castillos.
Acompañando a Borgia, Leonardo presenció la batalla de Fossombrone, donde las tropas mercenarias españolas saquearon la ciudad y masacraron a sus habitantes, la mayoría de ellos campesinos mal pertrechados. También episodios cruentos como los disturbios en el Borgo de Sinigallia y otros sucesos de extrema violencia le hicieron experimentar in situ la guerra. Lo que definió como «la más brutal de las locuras». Aquella fascinación por lo marcial se tornó en atrocidad y repulsión.
En cuanto pudo quedar libre de los servicios a César Borgia, Leonardo no volvería a diseñar maquinaria de guerra y su postura hacia los conflictos sería pacifista.
La representación marcadamente violenta de su Batalla de Anghiari puede que tenga mucho de catarsis personal. Una manera de echar afuera todo aquel horror que pesaba sobre su memoria.
La batalla de las batallas. Leonardo da Vinci Vs Miguel Ángel
En septiembre de 1504, a instancias de Soderini, la Signoria encargó a Miguel Ángel el mural de la Batalla de Cascina, justo en la pared de enfrente donde Leonardo debería pintar su Batalla de Anghiari. Quizá, pensara Soderini, que era una manera de motivar a la acción a Leonardo, que por entonces seguía prolongando los preparativos. Con la competencia conseguiría, además, que los dos artistas más importantes del momento se afanaran el realizar una obra sublime que intentara superar a la de su rival.
Unos meses antes, Miguel Ángel había terminado su David. Para decidir su ubicación se formó un comité de expertos, entre los que estaba Leonardo. Miguel Ángel consiguió salirse con la suya y el David se colocó a la entrada del Palazzo della Signoria. Tanto la ubicación de la escultura, como anteriormente, la utilización del bloque de mármol que estaba abandonado en los aledaños de la catedral de Florencia, fueron disputas mantenidas entre Leonardo da Vinci y Miguel Ángel.
Eran personalidades antagonistas. Leonardo ya era mayor (52 años), de carácter tranquilo, sofisticado, herético. Miguel Ángel, aún joven (29 años), rudo, arrebatado, de honda sensibilidad católica. Ambos homosexuales vivían su sexualidad de manera bien distinta.
Esto queda reflejado en las dos obras, que son diametralmente distintas.
La Batalla de Cascina de Miguel Ángel
Los hechos históricos indican que la batalla de Cascina tuvo lugar en 1364 y enfrentaba a Florencia con su vecina Pisa. Con la que, por cierto, se encontraban en esa misma fecha en guerra.
¿Y cómo decidió Miguel Ángel afrontar el encargo de pintar La Batalla de Cascina? Pues de manera sorpresiva. Si Leonardo había decidido mostrar el horror de la guerra, Miguel Ángel huyo de esa imagen. En su Batalla de Cascina no hay batalla. Elige un momento anecdótico anterior al enfrentamiento, cuando se alerta a los soldados florentinos del ataque de las tropas de Pisa justo cuando se estaban bañando en el río Arno. Aprovecha esta escena anterior al conflicto para mostrar a casi una veintena de hombres musculosos y desnudos. Temática muy del gusto de Miguel Ángel, que encontraba en el arte una salida de los instintos sexuales que intentaba reprimir en su vida íntima.
Es también un tipo de instante muy utilizado por Miguel Ángel: colocar al espectador en la tensión que suscita el instante justo anterior a iniciarse la acción. Algo tan típico de él y que podemos observar en su David y el Moisés. A diferencia de La Batalla de Anghiari de Leonardo, aquí no hay desgarro, violencia, atrocidad, pero tampoco gloria, como desearía la Signoria. A cambio, hay agitación, velocidad e inquietud. No existe violencia explícita, sino implícita. No representa la guerra, sino el nerviosismo que anticipa a la lucha.
La batalla empatada
La obra nunca se llegó a realizar porque Miguel Ángel fue llamado por el papa Julio II para esculpir su tumba en Roma. La batalla entre Leonardo y Miguel Ángel quedó sin resolver. En todo caso solo podemos opinar por lo que nos ha llegado de ellas: sus copias. En el caso de La Batalla de Cascina de Miguel Ángel disponemos de la copia realizada por Bastiano de Sangallo.
Al final el plan de Soderini fracasó. Aunque la rivalidad con Miguel Ángel existía, Leonardo no poseía espíritu competitivo y su ritmo de trabajo no se aceleró. Tampoco pudieron mejorar en su competencia y ninguno de los dos artistas terminaron la obra, dejando la Sala del Gran Consejo huérfana hasta la intervención de Vasari.
Las copias de La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci
Aunque han llegado múltiples copias y copias de copias hasta nosotros, todas son de la escena central de la batalla: la lucha por el estandarte. Posiblemente, porque parece ser la única parte terminada. Seguramente, todas provenientes del cartón preparatorio de Leonardo da Vinci. Estas réplicas nos sirven, junto a los estudios y bocetos de Leonardo, para imaginar como pudo llegar a ser esta gran obra, o al menos, su escena central.
Son dos las copias más conocidas y reconocidas: la llamada Tavola Doria y la que realizó Peter Paul Rubens.
Tavola Doria
La Tavola Doria es una pintura sobre tabla sobre álamo de 86 × 115 cms. El nombre le viene de la familia Doria a la que perteneció la obra. Tras pasar por varias manos es desde 2012 propiedad del Estado Italiano.
Su autoría no queda clara. Carlo Pedretti (experto vinciano) habló en un primer momento de Rafael, pero luego la atribuye al propio Leonardo, después lo desmintió y volvió a su primera apreciación. Sea como fuera, sí parece ser una copia de la época en la que Leonardo trabajaba en la obra y parece que se tomó de referencia el cartón preparatorio que Leonardo sí logró acabar.
Curiosamente, existe una copia de esta copia en la Galería de los Uffizi, a la que denominan como La Batalla por la Bandera, también de autoría desconocida.
Peter Paul Rubens
La copia de Peter Paul Rubens data de 1603 y en realidad puede que sea una copia del grabado que Lorenzo Zacchia realizó en 1558. Este sí hubiera tenido acceso a ver el cartón preparatorio de Leonardo. Al abandonar la obra, por el contrato existente, todos los bocetos y dibujos pasaron a ser propiedad de la Signoria de Florencia. Durante un tiempo, tanto lo que quedó de la pintura arruinada como el cartón preparatorio pudieron quedar expuestos en la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria y allí admirada la obra por quien la visitase.
Rubens no pudo ver esta obra porque para entonces ya estaba cubierta por la Batalla de Marciano en Val di Chiana en 1563 que Vasari realizó para la Sala de los Quinientos, es decir, la anterior Sala del Gran Consejo. Así que en su estancia en Italia a principios del siglo XVII se basó en el grabado de Zacchia.
La réplica de Peter Paul Rubens se ha convertido a día de hoy en la copia más famosa de la original Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci.
La intervención de Giorgio Vasari
El plan de Soderini consistente en decorar la Sala del Gran Consejo con sendas batallas para mayor gloria de la ciudad de Florencia, había fracasado. Aunque había enfrentado a sus dos mejores artistas del momento en una especie de batalla de gallos, todo había salido al revés. Un mural estaba incompleto y lo que había se iba arruinando con el tiempo. La otra pared había quedado impoluta tras la huida de Miguel Ángel a Roma. Tocaba arreglar el entuerto y la responsabilidad, de la que pasó a llamarse la Sala de los Quinientos del Palazzo Vecchio, recayó en Giorgio Vasari.
A Vasari lo conocemos, sobre todo, por su faceta de escritor y por la repercusión que tuvo su obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, editada en 1550 y que tuvo una segunda versión revisada y ampliada en 1568. Pero Vasari era también arquitecto y pintor. Cosme I de Medici, el restaurador de la dinastía, le encargó en 1563 la remodelación y decoración de la ahora Sala de los Quinientos.
Vasari realizó algunas transformaciones en la estructura de la sala y decoró con seis batallas diferentes sus paredes, también con otras seis esculturas (una de Miguel Ángel, el Genio de la Victoria) y treinta y nueve paneles en el techo que relatan la vida de Cosme I. La Batalla de Marciano (también conocida como La Batalla de Scannagallo) es la pintura que cubre La Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci.
El intento de recuperación de la Batalla de Anghiari de Leonardo
Parece que Vasari, que admiraba profundamente a Leonardo, nunca llegó a pintar encima de lo que quedaba de su obra. En un estandarte de La Batalla de Marciano se puede leer «cerca trova«, es decir, «el que busca encuentra». Se considera un aviso en clave de Vasari indicando que detrás se encontraría el mural de Leonardo.
Siguiendo esta pista, el ingeniero y experto en análisis de arte, Maurizio Seracini encontró unos pigmentos negros compatibles con el utilizado en la Mona Lisa o en el San Juan Bautista de Leonardo detrás de la obra de Vasari. También concluyó que Vasari había construido una pared a pocos centímetros (de entre 1 a 3) delante del fresco original de Leonardo da Vinci.
El Gobierno de Florencia y el Ministerio Italiano de Cultura intentaron realizar algunas inspecciones y pequeñas catas a través del mural de Vasari. Al final se desestimaron porque esto podía deteriorarlo, mas teniendo en cuenta, que lo que quedaría detrás solo serían los restos de una pintura arruinada y abandonada.
Finalmente, en 2012, una nueva exploración confirmó que existía una cámara interior de aire de unos 2 centímetros y nuevas muestras de pintura que tras analizarse dan por cierto que corresponden a lo que queda de la Batalla de Anghiari de Da Vinci.
¿Y si la Batalla de Anghiari nunca se pintó?
Y para terminar una teoría controvertida. Algo que no puede faltar en una obra de Leonardo da Vinci. No hay que perder las buenas costumbres.
En 2020, una investigación de un grupo de historiadores asegura que la pintura nunca llegó a realizarse. Sí el cartón preparatorio, pero Leonardo nunca llegó a transferirlo a la pared. Según estos investigadores, las descripciones que hicieron otros de la obra eran solo de los dibujos y cartones preparatorios que el Gobierno de Florencia tenía en su poder y expuso en la Sala del Gran Consejo durante años.
Esta teoría echaría por tierra algunos testimonios como el del Anónimo Gaddiano que describió la técnica utilizada por Leonardo como «gran fuego de carbón». O incluso, pondría en entredicho el propio relato que Leonardo da Vinci hace sobre la tormenta del 6 de junio de 1505, en el que indica que está dando color a la obra.
Yo prefiero quedarme con los malos presagios escritos por el genio y humano Leonardo da Vinci, que buscando la excelencia fracasó una vez más.
Imágenes: Wikimedia Commons.