La Mona Lisa

«Mona Lisa, Mona Lisa, pues yo nunca saber he podido si en tu sonrisa hay desdenes o hay amor». Nino Bravo en 1950, versión en español de la Mona Lisa cantada por Nat King Cole. El enigma de la sonrisa de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci es perpetuo y sin solución. Conoce todo sobre Lisa, su sonrisa y muchas cosas más de la pintura más famosa del mundo.

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La Mona Lisa o Gioconda de Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.

¿Por qué la Mona Lisa o la Gioconda?

El nombre de Mona Lisa o Gioconda se refiere a la modelo y protagonista del cuadro: Lisa Gherardini, hija de Antonmaria di Noldo Gherardini y esposa de Francesco di Zanobi del Giocondo.

Lo de Mona Lisa le viene por Madonna (mujer en italiano) que pasa a ser Monna, pero ampliamente escrito como Mona y Lisa por su nombre de pila.

También llamada como Gioconda por ser la esposa del comerciante Francesco di Zanobi del Giocondo. En francés Jaconde, que también puede significar jocosa, en relación con su sonrisa.

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Leonardo retratando a la Gioconda, Cesare Maccari 1863.

El contexto: la mujer en el Renacimiento italiano

El Renacimiento (siglos XV y XVI) fue una época en la que la Europa Occidental empezaba a interesarse por el antropocentrismo en contraposición al teocentrismo medieval. El humanismo comenzó a desplazar, poco a poco, las doctrinas religiosas rígidas y dogmáticas del medievo.

En este nuevo proceso de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, el papel de la mujer sufrió una tímida revolución acotada a las clases medias y altas. En general, el papel en la sociedad renacentista no cambió para la mayoría de las mujeres.

Aquellas mujeres que pertenecían a una pujante clase media, una primitiva burguesía, en ocasiones tenían la posibilidad de conseguir cierta autonomía. Debido a la imprenta, existió una mayor difusión y acceso a la cultura, lo que algunas pudieron aprovechar para aprender artes, letras o música y convertirse en educadoras de las hijas de la nobleza.

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Dibujo de Isabel de Este de Leonardo da Vinci

Por su parte, las mujeres de alta posición tuvieron algunas oportunidades de mejorar su reconocimiento social, también a través de la cultura. Un ejemplo fue Isabel de Este, que llegó a ser una importante mecenas. Elisabetta Gonzaga, Lucrecia Borgia o Vittoria Colonna fueron otros exponentes de mujeres que consiguieron cierta influencia y posición a pesar de la misoginia reinante.

El papel de la mujer en el Renacimiento italiano

En todos los casos el papel asignado a la mujer en el Renacimiento italiano era el de procreadora y madre.

Utilizada en la nobleza como pieza de cambio en la diplomacia matrimonial. Independientemente de la clase social, su casamiento era prácticamente obligatorio y por conveniencia. Debía de ir acompañado de una dote: dinero y bienes que la familia de la mujer debía dar al marido en concepto de manutención.

Las mujeres de alta cuna eran comúnmente casadas hacia los quince o dieciséis años, normalmente con hombres mucho mayores. Las de clase baja algo más tarde. Pero siempre su papel social estaba subordinado al del hombre.

La musa

Esta salida del medievo y de sus estrictas normas en torno a la sexualidad supuso una relajación en esta materia. La juventud y belleza de la mujer pasaron a ser admiradas, el maquillaje, las joyas, los peinados, la vestimenta tomaron importancia. El Renacimiento echaba la mirada atrás, hacia la Grecia y la Roma clásicas, rescataba la figura de la musa. El resurgir de una mujer divinizada por su belleza, inspiradora de sensualidad, pero también de placer y sexualidad. Un precioso objeto de admiración visual y deseo.

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Rostro de la Venus de Sandro Botticelli, inspirada en Simonetta Vespucci

El ejemplo más conocido de esta concepción de mujer/musa que vuelve con el Renacimiento es el de Simonetta Vespucci: la eterna musa de Sandro Botticelli. Obsesionado con su belleza, Botticelli, y muchos otros pintores como Ghirlandaio o Di Cosimo, utilizaron su rostro en multitud de obras. La más famosa: El nacimiento de Venus.

Leonardo da Vinci y el retrato femenino

Leonardo da Vinci se aleja bastante de esta concepción de la mujer en sus retratos femeninos, que fueron mayoría en su exigua obra. El arte y la ciencia eran inseparables para Leonardo y esto se refleja en sus retratos. Busca siempre la verdad, el realismo, conseguir que la pintura sea un reflejo fiel. Vierte sobre la pintura todos sus conocimientos de perspectiva, óptica, anatomía, pero también psicología.

Da Vinci era un gran observador y se nota en sus retratos. Él fue mucho más allá de la presentación de una mujer/musa, que parece no le interesaba demasiado. Ya fuera porque, como siempre, buscaba ir más allá de lo establecido o debido a sus preferencias sexuales (muchos autores indican que era homosexual y otros que era célibe). Esa imagen sexualizada como objeto de deseo que ofrece Botticelli, no existe en los retratos de Leonardo. En todo caso, una sensualidad velada que tiene que ver más con lo psicológico, con lo implícito de la personalidad de la mujer a la que retrataba.

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La dama del armiño (Cecilia Gallerani) de Leonardo da Vinci

Los retratos femeninos de Leonardo son realistas y psicológicos. Nos muestra a la mujer ensimismada, melancólica, reflexiva o tranquila, según sea la personalidad de la retratada, pero siempre reflejando su dignidad individual y no como símbolo sexual para el disfrute del hombre.

La modelo: Lisa Guerardini

Su nombre completo: Lisa Camilla di Antonmaria Gherardini, nacida el 15 de junio de 1479. Pertenecía a una familia de cierta importancia pero en horas bajas. Casó con tan solo 16 años con Francesco di Zanobi del Giocondo, florentino de cierta importancia, que por entonces tenía 35 años y era viudo por dos veces.

Francesco del Giocondo era un próspero comerciante de seda que se afincó en Florencia en el 1503. Por entonces su mujer ya contaba con unos 24 años y había sido madre en cinco ocasiones. Sus hijos: Piero (1496), Piera (1497 y fallecida dos años después), Camilla (1499), Marietta (1500), Andrea (1502) y posteriormente Giocondo (1507). Francesco, después del nacimiento de su segundo hijo varón (Andrea) decide celebrarlo contratando los servicios de un pintor de renombre (Leonardo da Vinci) para que inmortalice a su mujer: Lisa.

Los documentos que atestiguan que Lisa Gherardini es la Mona Lisa

Existen escritos tanto de Agostino Vespucci como de Giorgio Vasari.

El más esclarecedor y verosímil es de Vespucci, ya que se trata de un texto coetáneo. En una comparación que establece con Apeles, conocido pintor de la Grecia clásica, escribe: «De la misma manera trabaja Leonardo da Vinci con sus pinturas, como, por ejemplo, el rostro de Lisa del Giocondo…»

En la parte que Vasari reserva a Leonardo en su obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, indica lo siguiente: «Leonardo se puso a pintar el retrato de la esposa de Francesco del Giocondo, Mona Lisa. Trabajó en él durante cuatro años, pero no lo terminó». Este escrito se redactó, hacia 1547, cuando Leonardo llevaba ya 28 años fallecido. La información de Vasari no es de primera mano, pero cabe la posibilidad de que conociera a Lisa Gherardini y le hubiera podido preguntar directamente. Ella aún vivía en los años que Vasari residió en Florencia, entre el 1524 y 1550, en el palacio de los Medici y que se encontraba muy cerca de la casa de Lisa.

Las otras posibles modelos

A algunos investigadores no les convence la teoría oficial sobre la autoría de la modelo y han encontrado otras (incluso otros) pretendientes mejores para el retrato.

Isabel de Este

Isabel del Este y Leonardo da Vinci ya se conocían desde 1491. Ella, mujer reconocida por ser amante del arte e importante mecenas, anhelaba poseer un retrato de la mano del genio florentino. Más, después de tener ante sus ojos el que Leonardo realizó a Cecilia Gallerani (La dama del armiño).

Leonardo, en su paso fugaz por Mantua (donde residía Isabel de Este) llegó a realizar un dibujo de perfil, puede que preparatorio para un posterior retrato que parece nunca se hizo. Aunque para algunos ese supuesto retrato deseado sea la Mona Lisa.

Isabel le insistió a Leonardo, incluso a través de terceros como Fra Pietro Novellara, pero por sus misivas sabemos que por esas fechas Da Vinci no estaba por la labor y se hallaba enfrascado en sus investigaciones científicas. Además, el dibujo que se conserva de Isabel de Este se halla de perfil (la composición más usual en los retratos renacentistas) y no guarda demasiada similitud con la fisonomía de la mujer de la Gioconda.

Isabella Gualanda

Isabella Gualanda era hija de Ranieri Gualandi y Bianca Gallerani. La ya retratada en La dama del armiño, Cecilia Gallerani era familia directa.

La controversia surge de un escrito de Antonio de Beatis cuando visita a Leonardo en Amboise, en sus últimos años. En este documento indica que en la biblioteca del cercano Castillo de Blois observa un cuadro de una dama de Lombardía, hermosa, pero no tanto como la signora Gualanda.

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La Belle Ferroniére de Leonardo da Vinci

Carlo Pedretti, uno de los más reconocidos estudiosos de Leonardo da Vinci, defiende que la dama de Lombardía, de la que habla Beatis, es la pintura conocida como La Belle Ferroniére a la que compara con otra pintura, la que reconoce como la signora Gualanda (Isabella Gualanda) que sería la Mona Lisa. Pero del escrito de Beatis no se puede discernir que esté comparando dos pinturas, sino a dos mujeres. La del cuadro que observa en la biblioteca (la dama de Lombardía) con Isabella Gualanda (napolitana), a la que posiblemente conocía por su posición de secretario del cardenal Luis de Aragón.

Pacifica Brandani

Hija ilegítima de Giovanni Antonio Brandani, Pacifica Brandani fue amante reconocida de Giuliano de Medici, protector de Leonardo en su etapa en Roma. Pacifica falleció en 1511 y Leonardo no llegó a Roma hasta 1513, así que no parece tener mucha lógica. En cambio, el investigador Roberto Zapperi lanza una teoría en 2010.

Pacifica Brandani le otorgó a Giuliano de Medici su único hijo ilegítimo: Hipólito de Medici. Según Zapperi, Pacifica era muy querida y apreciada por Giuliano al haberle proporcionado descendencia y este pudo encargarle a Leonardo un retrato de la difunta para mantenerla en el recuerdo. Los retratos de fallecidos parece que eran algo usual en la Florencia de la época. Así que entonces, Zapperi, concluye que el retrato de Pacifica Brandani es el de Mona Lisa. Aunque no parece que tenga mucha lógica que Leonardo nunca entregara el cuadro a Giuliano, si este tanto la apreciaba. Y que además se quedara la pintura de una difunta a la que posiblemente nunca conoció en vida.

Salai

La teoría de otros investigadores, como Vinceti Silvano, que creen ver los rasgos del ayudante de Leonardo, Gian Giacomo Caprotti da Oreno, más conocido como Salai (el diablillo) tras el rostro de la Gioconda. En realidad sería una teoría mixta. Leonardo da Vinci no habría podido tener a Lisa Gherardini disponible todo el tiempo que hubiera deseado por su extremadamente lento y minucioso flujo de trabajo. Entonces se valió de Salai como modelo para seguir realizando la pintura.

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San Juan Bautista de Leonardo da Vinci

A Salai, algunos le suponen ser amante, o al menos consentido de Leonardo, y ven en los cuadros de Baco y San Juan Bautista su rostro reflejado. Así que parecería normal que Leonardo lo volviera a utilizar como modelo para la Mona Lisa, teniendo en cuenta sus rasgos andróginos. No existen datos que refuten esta teoría, solo suposiciones basadas en la manera de trabajar de Leonardo y en los rasgos físicos de Salai. Existe una retorcida interpretación de un supuesto número que aparece debajo del puente del paisaje (72) que para Silvano es la fusión de los nombres de Salai y Gherardini. Te dejo un enlace de un artículo al respecto.

Leonardo da Vinci

Por extraño que parezca, algunos han especulado con la posibilidad de que la Mona Lisa sea un autorretrato de un Leonardo da Vinci femenino. Una investigación llevó a comparar el Autorretrato de Turín con la Mona Lisa. El estudio concluía que existe semejanza en la composición de ojos, nariz y mentón. Para empezar habría que dar por hecho que ese Autorretrato de Turín, controvertido porque no parece tener mucho parecido a otros posibles retratos de Leonardo, sea realmente una imagen fiel del genio florentino y no de su padre o tío, como piensan otros.

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Comparación entre el Autorretrato de Turín de Leonardo da Vinci y la Mona Lisa

Las razones que pudiera tener Leonardo da Vinci para retratarse como una mujer pueden ser múltiples y hasta donde te lleve la imaginación. En relación con su posible condición sexual o sentimiento en cuanto al género, se ha hablado mucho sobre si Leonardo era homosexual o simplemente célibe. Puede que su posible homosexualidad fuera meramente platónica. Quizá sintiera un fuerte sentimiento femenino o simple curiosidad por imaginar como sería su aspecto como mujer.

No existen muchos datos en sus cuadernos de notas sobre sus gustos sexuales o sentimientos sobre su género, así que elucubrar sale gratis. Yo la verdad es que el parecido no lo veo ni con el famoso Autorretrato de Turín ni con otros posibles retratos del artista.

Caterina Lippi

Sí, la madre de Leonardo, Caterina Lippi. Se cree que falleció en 1494 y que la pintura no se comenzó hasta 1503, así que de nuevo estaríamos hablando del retrato de una fallecida.

La razón que se esgrime en esta última teoría sería nostálgica. Es posible que Leonardo pintara a su madre muerta para tenerla siempre en el recuerdo. Como quien tiene ahora una foto de sus seres queridos fallecidos. Además, estaría solucionado el enigma de por qué Leonardo mantuvo el retrato siempre en su poder. Si este fuera de su madre, tendría más sentido que guardar el de la mujer de un mercader florentino. Al menos, si lo vemos desde una dimensión puramente práctica.

Las preguntas sin respuesta

Como es habitual, todo lo que rodea a Leonardo da Vinci siempre viene envuelto en una nube de confusión, posibilidades diversas y elucubraciones infinitas. En el caso del cuadro de la Mona Lisa existen algunas preguntas de las que no se conocen documentos que logren responderlas.

La pregunta que me genera más intriga es: ¿por qué un retrato de la mujer de un comerciante lo mantuvo Leonardo da Vinci tantos años con él? ¿Para qué se lo quedó hasta su muerte? No existe ningún documento que responda a la respuesta. Leonardo da Vinci comenzó a pintar la Mona Lisa en 1503 y se supone que le dio la última pincelada en 1517. Son catorce años de intermitente dedicación a una sola obra. Seguramente para su autor, en su obsesivo perfeccionismo, aún estuviera inconclusa.

Otra curiosa cuestión que se plantea es: ¿por qué Lisa no porta anillo de casada en la pintura? El cuadro lo encargó su marido, no parece lógico que no llevara puesto el anillo. Este, como símbolo de matrimonio, ya era algo usual en la Italia de la época.

Mi propia teoría (probablemente incierta) sobre la Mona Lisa

Yo lanzo mi propia teoría, vaya por delante que no tiene por qué ser cierta, simplemente añado otro punto de vista diferente a los que ya se han propuesto.

Para mí existen suficientes y contundentes documentos que avalan que la modelo es Lisa Gherardini, así que en este punto estaría de acuerdo con la teoría oficial. Pero creo que, debido al lento y minucioso flujo de trabajo de Leonardo, Francesco di Giocondo se cansó de esperar la pintura. Como en otros casos anteriores (La Batalla de Anghiari, por ejemplo), Leonardo incumplió el periodo máximo del contrato. Además, hay que sumarle la dispersión propia de Da Vinci, que en esas fechas se obsesionó con la geometría, como advertía Fray Pietro Novellara a Isabel de Este.

No existe ningún apunte en las cuentas bancarias de Leonardo sobre el cobro de la obra. Hace suponer que no percibió ingresos por la pintura y nunca llegó a entregarla a Francesco di Giocondo.

La Mona Lisa como estudio práctico de la ciencia de Leonardo da Vinci

Leonardo aprovechó que la obra ya estaba avanzada, pero incompleta, para utilizarla como una especie de trabajo de campo en el que verter toda la ciencia en torno a la pintura. Claro oscuro, sfumato, contrapposto, perspectiva, óptica, anatomía, geología… Respondería al porqué Leonardo mantuvo la pintura con sus posesiones hasta su muerte y siguió retocándola hasta 1517.

En la ecuación también entraría la posibilidad de utilizar a Salai como modelo para completar parte del rostro que pudiera no recordara bien o necesitara modificar. Se convertiría entonces en el retrato de una mujer que ya en realidad no era del todo Lisa Gherardini, sino una suma de esta, de la memoria de Leonardo y de Salai. Daría explicación al porqué no existe anillo en la pintura. Ya en realidad, daba igual quién fuera la modelo porque había dejado de ser un encargo. Lisa ahora ya era solo propiedad de Leonardo y de su genio.

El encargo

Así que si asumimos la teoría más extendida y digamos que oficial. Entendemos que el comerciante Francesco del Giocondo contrató a Leonardo da Vinci para realizar un retrato de su mujer: Lisa Gherardini. Ya hemos mencionado que en ese mismo año, 1503, Francesco y Lisa se habían mudado a una nueva casa en Florencia, habían tenido un hijo varón pocos meses antes y Lisa acababa de cumplir 24 años. Era un buen momento para inmortalizar la belleza de Lisa.

Puede que la razón por la que Leonardo aceptara el encargo fuera a través de su padre, Piero da Vinci, que era el notario y amigo de Francesco del Giocondo. Puede que lo hiciera por compromiso, porque entonces no se entiende el rechazo continuado a pintar a Isabel de Este, mujer importante y seguramente dispuesta a pagar a Leonardo una buena suma de dinero por su retrato.

La Mona Lisa: el cuadro

La preparación

Porque todo empieza por el principio, antes de acometer una pintura, había que preparar el soporte y el material. La Mona Lisa no es un lienzo, sino una pintura sobre tabla, como era usual en la época.

Da Vinci eligió un tablón de grano fino del centro del tronco de un álamo. El tamaño es un poco más grande de lo habitual para un retrato. Aplicó una capa gruesa de albayalde: carbonato básico de plomo. Este refleja mejor la luz, aumenta la impresión de profundidad y volumen en comparación con la habitual capa de mezcla de yeso, cal y pigmento blanco. Esta técnica permite que la luz penetre en las capas de pintura, una parte de la misma llega hasta la parte blanca y se reflecta. Se producen sutiles y cambiantes matices en la sensación de profundidad.

Para dar color, Leonardo, al igual que los pintores flamencos del siglo XV, utilizaba pequeñas cantidades de pigmentos mezclados con aceite: técnica al óleo. Para las sombras de la cara de Lisa usó una mezcla de hierro y manganeso. Así obtenía un pigmento de color tierra oscuro que absorbía el aceite y permitía superponer muchas pinceladas.

Composición

Leonardo da Vinci nos presenta a Lisa sentada en una galería exterior. Los basamentos de dos columnas, que casi no se aprecian, hacen de límite de la escena. Las manos aparecen cruzadas y apoyadas en el brazo de la silla. Al fondo, un paisaje de montañas, ríos y lagos que pasan de unas tonalidades ocres a unas azules, más frías y lejanas. Una luz suave se adentra por la parte izquierda del cuadro (lado derecho de Lisa), aportando unas sombras delicadas y volumen al rostro de la modelo.

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Infografía con los detalles de la Mona Lisa del Museo del Louvre

Leonardo utiliza todos sus conocimientos científicos sobre óptica, perspectiva, anatomía, geología e hidráulica para acometer un retrato naturalista. Fiel a la verdad y cómo sería percibida por nuestros ojos si la imagen fuera real.

El contrapposto

Sentada de medio perfil, pero como si respondiera a una llamada del espectador, Lisa gira suavemente la cara para mirarnos y ofrecernos una leve sonrisa. El busto se encuentra en una postura de torsión intermedia, mientras que la parte inferior conserva la postura inicial. Es el llamado crontrapposto, que ya utilizaron los clásicos, también típico de Verrocchio y al que Miguel Ángel le sacó partido en su David.

Este contrapposto se utilizaba en pintura para buscar una concepción tridimensional del movimiento con solo las dos dimensiones que brindaba la pintura. Podemos decir que ofrece volumen en movimiento, al ser una postura que hace creer que existió un movimiento anterior. Es una posición muy utilizada después en fotografía para romper con una figura frontal, plana y estática.

Postura de Gioconda

Esta composición piramidal, en contrapposto y con las manos como base, se había utilizado para grupos de personajes, pero nunca para un retrato con una sola modelo. Después sería ampliamente repetida, primero por Rafael, pero más tarde Rembrandt o Corot en La mujer de la perla. Hasta el punto de popularizarse esta postura como «de Gioconda» independientemente de la modelo.

Claroscuro y sfumato

Son dos de las técnicas más reconocibles de Leonardo da Vinci y que utiliza con maestría en la Mona Lisa, una obra de maduración artística. Se han denominado así, como claroscuro y sfumato, pero Da Vinci nunca las definió por un nombre concreto. Es una nomenclatura utilizada por los estudiosos del arte.

El claroscuro vinciano es el resultado de su observación de la incidencia de la luz y de los efectos de diferente tonalidades que esta producía en las sombras. Leonardo solía representar una luz suave que ofrecía una escena serena. Muy distinto del claroscuro barroco posterior que buscaba la dramatización con una iluminación intensa.

El sfumato o esfumado es un difuminado de las formas que se consigue con la superposición delicada de varias capas de pintura. Leonardo observó en sus estudios de óptica que los contornos de las formas no eran precisos sino borrosos y lo eran aún más cuanto más lejos se encontraban del espectador.

La posibilidad de realizar ambas efectos se daba con la utilización de la técnica de pintura al óleo, en la que los pigmentos se mezclaban con aceite de linaza o nuez. Técnica importada de los pintores flamencos como Jan Van Eyck y de la que Leonardo fue uno de los pioneros en la Italia renacentista.

Las cejas

En realidad, la ausencia de cejas. En la descripción que hizo Vasari de la Mona Lisa dice que «las cejas no pueden ser más naturales». Puede que Vasari, en realidad, nunca llegara a ver el cuadro y su descripción no se puede considerar muy fiable.

Esta falta de cejas vuelve a plantear varias hipótesis. Es posible que Leonardo nunca llegara a pintarlas, por lo que muchos consideran que la Mona Lisa es una obra inacabada. También que sí fueran pintadas, tal y como dice Vasari, pero que con una primera limpieza del cuadro desaparecieran. Esta teoría toma fuerza después de un examen con escáner de alta precisión realizado en 2007 y donde se encontraron indicios de la existencia original de cejas. Además, la moda de la época era la de unas cejas depiladas y muy finas. Lo podemos observar en obras de Leonardo como La dama del armiño o La Belle Ferroniére.

Los ojos

Los ojos de la Mona Lisa presentan una anomalía llamada anisocoria, una desigualdad en el tamaño de las pupilas. Si nos fijamos bien, la pupila del ojo derecho está más dilatada que la izquierda. Desproporción no tan rara, ya que alrededor de un 20% de la población la tiene en mayor o menor medida. Es el resultado de sus estudios de óptica y podemos verlo también en otras obras suyas como en El retrato de un músico o incluso en su Hombre de Vitruvio de manera aún más manifiesta.

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Anisocoria giocondiana

La mirada de Lisa se dirige hacia el espectador, es fija, nos observa. Muchos sienten que aunque se desplacen a los lados del cuadro, Lisa nos sigue con la mirada. Es algo propio de este tipo de retratos con mirada al frente y buena técnica pictórica. Algunos le han llamado a esta sensación como «efecto Mona Lisa». Se debe a que en el mundo real tridimensional las luces y las sombras son cambiantes con nuestro movimiento. En cambio, en una pintura bidimensional esto no sucede y tenemos la sensación de que los ojos nos miran aunque cambiemos de posición. La maestría de Leonardo en la utilización del claroscuro consigue que este efecto sea aún más acusado.

La sonrisa de la Mona Lisa

La sonrisa es el elemento más icónico de la pintura de Leonardo da Vinci. Mucho se ha escrito y se ha interpretado sobre su gesto. Vasari escribió que «era una sonrisa tan agradable que más bien parece divina que humana». Más tarde, pasó a ser materia de interpretación e imaginación desbordada por parte de los románticos. Es la sonrisa más famosa de la historia.

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La enigmática sonrisa de la Mona Lisa

Hay algo misterioso en esa leve sonrisa. A cada cual le sugiere una sensación diferente. A veces siento que Lisa está calmada, en paz. Es una sonrisa de cierta satisfacción. En otras me parece que está un poco forzada, entre el aburrimiento y la resignación.

Según Vasari, Lisa Gherardini era entretenida por músicos y bufones para que estuviera contenta y no asomara la melancolía. Ayudado así o no, lo cierto es que Leonardo, gracias a su maestría, consiguió representar la más enigmática de las sonrisas.

Esta especie de sonrisa burlona, tímida, sutil ya era propia de su maestro Andrea del Verrocchio. Leonardo, gracias a sus conocimientos sobre los músculos motores de los labios y de la boca que accionan la sonrisa, más la utilización de un sublime claroscuro y sfumato en la comisura de los labios, elevó el gesto a otra dimensión.

A esto hay que añadirle el conocimiento sobre la psicología humana y en concreto de la mujer. Aunque su sonrisa, y la Mona Lisa como figura, se hayan convertido en icono cultural, la concepción de Leonardo da Vinci está muy lejos de representar una musa, una mujer sexualizada, ejemplo de belleza. Aunque algunos autores románticos y romantizados lo hayan querido interpretar así. Leonardo nos muestra una mujer enigmática, insondable, hermética, en la que se intuye un profundo y quizás fascinante mundo interior. Y lo consigue a través de su seductora sonrisa.

Las manos

La posición de las manos conforman la base de la composición piramidal, pero también siguen un patrón de buena educación. Que la mano se sitúe por encima de la izquierda era un símbolo de decencia y buena educación. El gesto no era solo propio de Leonardo, sino también de otros pintores renacentistas como Rafael o Ghirlandaio.

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Las manos de Lisa

De nuevo podemos observar la maestría de Leonardo en el uso del claroscuro, el sfumato y sus conocimientos de anatomía humana. Nos muestra unas manos realistas, que casi podríamos acariciar y decir que son suaves, sutiles y delicadas. En una posición relajada y etérea en consonancia con el resto de la figura.

Vestimenta y peinado

Leonardo nos muestra a una Lisa natural, sin abalorio alguno ni maquillaje, desprovista de artificios, aunque ya eran propios de la época. No sabemos si por propia decisión del autor o por mandato del Giocondo. Seguramente por este último que quería centrar toda la atención sobre su mujer y su vestido.

En la cabeza destacan los detalles del delicado velo y los torbellinos de los rizos de su peinado. Suelen pasar un tanto desapercibidos debido a la pátina de oscuridad que enmascara al cuadro. La copia del Museo del Prado lo muestra perfectamente, aunque sin la misma maestría. En las formas sinuosas de los rizos del cabello de Lisa podemos de nuevo apreciar la transferencia de los estudios científicos sobre la dinámica de fluidos sobre la pintura. Cómo la ciencia y el arte eran una misma cosa para Leonardo.

También sabemos que Da Vinci era un apasionado de la moda. Conocido por vestir elegantemente a la vez que audaz. Gastaba una buena cantidad de su dinero en ropa y calzado, tanto para él como para Salai. También había trabajado en el diseño de vestuario para las producciones teatrales de Ludovico Sforza en Milán. Así que este detalle no pasaba desapercibido para él.

Lisa, la modelo del mercader de seda

Además, hay que tener en cuenta que Lisa era la mujer de Francesco di Giocondo, el que posiblemente era el mercader de seda más importante de Florencia en aquel momento. Así que el vestido de Lisa toma mucha importancia, pasa por ser un escaparate de los productos de su marido. Según la escritora e investigadora Dolores García, el vestido de Lisa procedía del gremio de seda valenciano y sus tintes eran españoles, importados de América. Lo que le convierte en una joya en sí mismo y muestra del poderío de la clase social de la familia. Leonardo hace honor al mismo mostrándonoslo con increíble detalle.

El paisaje

El paisaje que se encuentra a la espalda de Lisa es, al igual que la propia joven, misterioso. Es una conjunción de sus conocimientos científicos en geología con pura fantasía. Montañas brumosas, un río con un puente, un camino sinuoso. Todo envuelto en una atmósfera un tanto fantasmal, difuminada por el sfumato, que da sensación de lejanía y separa del cuerpo de Lisa.

Algunos han intentado encontrar similitudes con paisajes reales de la Lombardía o de la Toscana, pero no parece que sea posible encontrar una correlación clara. Creo firmemente que se trata de una invención del autor que busca un paisaje enigmático, esta vez no necesariamente realista. Desde luego no tiene ningún parecido al paisaje que se podría ver desde Florencia.

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El paisaje detrás de Lisa y desigualdad entre el lado derecho y el izquierdo

Los expertos encuentran un nuevo enigma entre la descompensación que existe entre el lado derecho y el izquierdo del paisaje. Lisa nos tapa la mitad del mismo y no podemos saber la continuidad del mismo. Pero lo cierto es que visto por separado dan la impresión de estar a diferentes alturas. Esta discrepancia proporciona cierto movimiento al cuadro y contribuye a darle esa atmósfera un tanto evanescente y misteriosa. Incluso nos obliga a centrar la vista en Lisa, que casi se ofrece como ancla a nuestros ojos.

Estado de conservación actual

La biografía de la Mona Lisa ha sido un tanto ajetreada. Ha conocido mundo y ha sufrido algunos avatares. Ya durante la propia vida del autor, viajes desde Florencia a Milán, después Amboise. Puede que más tarde de nuevo Italia, Francia. Durante el convulso siglo XX: el robo y secuestro, vandalismo, giras posteriores por Italia, Estados Unidos y Japón.

Con más de 500 años de vida, la Mona Lisa presenta una pátina oscura y amarillenta que la hacen ver como una fotografía antigua, en color sepia. Para algunos, parte de su encanto. Como piensan los directivos del propio Museo del Louvre, que no se atreven a realizar una limpieza por miedo a que la gente deje de reconocer la imagen que permanece en su memoria y produzca rechazo. De tener la misma valentía que ha demostrado la dirección del Museo del Prado y realizar una buena restauración, podríamos volver a admirar a Lisa como lo pudieron hacer sus coetáneos en su día. Por suerte, la copia de El Prado nos sirve para hacernos una idea del color del original.

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Craquelado y grietas de la Mona Lisa

Pero el gran problema es la piel ajada de Lisa, con multitud de resquebrajaduras y grietas de la pintura. Para intentar preservar de la temperatura y la humedad, además de para evitar nuevos actos de vandalismo, se decidió enjaular a la pobre Lisa en una vitrina de cristal antibalas. Es extraída de su encierro una vez al año para poder examinarla y comprobar su estado.

Las otras Mona Lisa

Existen millones de reproducciones de la Mona Lisa, puede que cientos de miles de copias, pero se distinguen dos como las más importantes, por ser de la misma época y una desconcertante versión.

La Mona Lisa del Prado o la Gioconda Velata

La Mona Lisa del Prado, también conocida como Gioconda Velata, es la copia más bella y más temprana conocida. Se atribuye al algún discípulo del propio taller de Leonardo da Vinci. Se trata de una copia de buena factura por sus materiales: óleo sobre tabla de nogal y de idéntico tamaño. Parece que esta copia y el original se pudieron realizar a la vez y desde el mismo cartón preparatorio. Su restauración en 2012 reveló el paisaje, puesto que se había repintado de negro.

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La Mona Lisa del Prado o la Gioconda Velata. Museo del Prado, Madrid.

Esta copia del Prado, siendo de extraordinaria calidad, se encuentra lejos del original del Louvre. Ausente del sfumato característico de Leonardo, presenta una peor ejecución del dibujo. Eso sí, tiene algo que no tiene la original: cejas. Esta restaurada copia nos ofrece muchas pistas de cómo se pudo ver la original hace 500 años. El Museo del Prado tiene una excelente ficha de la obra que te invito a visitar.

¿La Mona Lisa en 3D?

Claus-Christian Carbon y Vera M. Hesslinger publicaron en 2013 un estudio sobre cómo Leonardo da Vinci y el discípulo de su taller realizaron a la vez la pintura original del Louvre y la copia del Prado.

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Modelo explicativo de Carbon y Hesslinger sobre cómo se pintaron las dos versiones de la Mona Lisa

Representan, con este original, simpático y práctico montaje con clicks de Playmobil, las distintas posiciones que adoptaron los dos autores con respecto a la modelo. Basándose en los estudios de óptica realizados por Leonardo sobre la visión binocular, lanzan una atrevida teoría. ¿Y si Leonardo hubiera intentado con las dos copias poder formar una imagen estereoscópica que simulase la tercera dimensión? ¿Si, como siempre, pretendía ir más allá, y realizar el primer retrato en 3D? De ser así, lo cierto es que aún no se habían inventado gafas binoculares para hacer el efecto posible, quizá Leonardo estuviera trabajando en ello.

La existencia de esta copia realizada a la vez que la pintura original genera otras preguntas sin respuesta. ¿Para qué querría Leonardo da Vinci otra copia? ¿Le pediría Francesco del Giocondo una segunda copia? ¿Con qué razón?

La Mona Lisa de Isleworth

Su nombre se debe al barrio de Isleworth al oeste de Londres, donde estuvo resguardada la pintura durante la Primera Guerra Mundial. En este caso se trata de un óleo sobre lienzo y no sobre tabla. También tiene un tamaño mayor con respecto a las anteriores del Louvre y del Prado. Es propiedad de un consorcio de inversores que compraron la pintura a Elizabeth Meyer en 2008, que la heredó de su pareja Henry Pulitzer en 1979.

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La Mona Lisa de Isleworth

Este consorcio creó en 2010 The Mona Lisa Foundation. Defienden la autoría de Leonardo da Vinci e indican que la obra es anterior a la del Museo de Louvre. Esto daría pie a la hipótesis de la existencia de dos pinturas diferentes, que si sumamos la del Prado, serían tres. Una para Giuliano de Medici, de la que habla Beatis en su encuentro con Leonardo en Amboise. La copia del Prado para Francesco del Giocondo. Y la original del Louvre que se quedó Leonardo para su trabajo de campo de sus investigaciones científicas aplicadas a la pintura.

Pero lo cierto es que ningún experto avala la autoría de Leonardo da Vinci en esta copia de La Mona Lisa de Isleworth. Además, el hecho de que sea un lienzo (que sería el único pintado por Leonardo), su mayor tamaño y, sobre todo, su calidad, mucho menor que la del Louvre, no animan a pensar que pueda ser obra del polímata vinciano.

Extra bonus: la Gioconda desnuda o Monna Vanna

Puede que la versión más bizarra de la Gioconda, y mira que las hay de todos los tipos. Existen al menos ocho, la mayoría salidas del propio taller de Leonardo y una atribuida a Salai. Esta Monna Vanna representa a una figura andrógina desnuda en la pose de la Gioconda.

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La Gioconda desnuda o Monna Vanna de Salai

Existe un cartón preparatorio de gran calidad conservado en el Castillo de Chantilly, con señas de un plumeado zurdo, propio de Leonardo. Este descubrimiento hace pensar que él mismo pudo haber participado de la broma o incluso idearla. Pero lo cierto es que ninguna de las copias de estas Monna Vanna son atribuibles al propio Leonardo da Vinci.

¿Qué pasó con el cuadro a la muerte de Leonardo?

El 2 de mayo de 1519 muere Leonardo en la mansión de Clous-Lucé en Amboise, Francia. Su fiel ayudante, Francesco Melzi, se convirtió en el heredero de sus cuadernos y pinturas. Pero el rastro de la Mona Lisa es confuso, ya que en un inventario a la muerte de Salai, aparece anotada una Joconda. Es posible que fuera una copia realizada por Salai (la misma Monna Vanna) o quizá la original. Puede que Leonardo le donara el cuadro a Salai antes de morir. Así que la Mona Lisa volvería a Italia y agentes del rey francés Francisco I adquirieran la obra años después.

Si, en cambio, y como parece, la Mona Lisa se encontraba entre las posesiones de Leonardo a su muerte y la heredó Melzi, es posible que el rey francés se la comprara directamente a este. Otra opción es que Leonardo donara la obra a Francisco I antes de su muerte como agradecimiento.

La pintura desde la muerte de Leonardo, o poco después, pasó a ser propiedad de la corona francesa. La Gioconda (Joconde) se exhibe por primera vez en el Museo del Louvre en el 1797. Desde su encargo en 1503 hasta nuestros días, la biografía de la Mona Lisa ha estado llena de aventuras.

300 años de olvido

Durante mucho tiempo la Mona Lisa no fue la obra venerada que es ahora, ni siquiera de las más conocidas de Leonardo da Vinci. El grabado era la manera más importante de difusión de las obras de arte. Hay que tener en cuenta que hasta finales del siglo XIX no se empezó a utilizar la imagen fotográfica. Sí era popular La Última Cena por un grabado de Morguen, pero nadie intentó reproducir la Mona Lisa por su extrema complejidad. Esto era debido a su paisaje y su extraordinario nivel de detalle. En 1857 el grabador Luigi Calamatta lo consiguió y esto ayudo a su difusión. Justo en ese momento en el que algunos escritores empezaron a fijarse en Lisa. Algunos autores empezaron a desarrollar reflexiones más allá del personaje, como símbolo de femineidad.

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La Mona Lisa, grabado de Luigi Calamatta.

Mujer fatal de Gautier y el eterno femenino de Pater

Será en 1855 aparece la primera reflexión sobre la Mona Lisa de Théophile Gautier, escritor y crítico literario, como mujer misteriosa de intrigante sonrisa. Se empieza a elucubrar con el personaje, Gautier saca a Lisa del cuadro, de una ficción, para dotarle de corporeidad física y psicológica al identificarla con una mujer dominadora, enigmática, sensual, subyugante e inconveniente mujer fatal. Esta visión ficcionada empieza a calar y otros autores compran esta idea, la adornan, la transforman en obras de teatro y novelas. La imagen de la Gioconda como mujer fatal de intrigante sonrisa empieza a incrustarse en el imaginario colectivo de la atmósfera cultural del siglo XIX.

Walter Pater, en Inglaterra, se suma a las reflexiones sobre el personaje de Lisa. En 1869 publica un ensayo sobre Leonardo da Vinci, del que solo le importaba su faceta de pintor, aún a pesar de que ya se estaban empezando a conocer sus investigaciones científicas e inventos. En un pasaje del ensayo, que al igual que Gautier utiliza un lenguaje grandilocuente, presenta a una Lisa como ejemplo del eterno femenino. La mujer deseada por todos los hombres, que representa otras mujeres de la historia y de la mitología: Leda, Helena de Troya, Santa Ana (madre de la Virgen María).

La Mona Lisa, como metáfora del eterno femenino y a la vez también como mujer fatal de sonrisa enigmática, se había instalado entre el ambiente cultural decimonónico, pero un acontecimiento imprevisible la llevó a ser descubierta por la cultura popular.

El secuestro de la Mona Lisa

Para que la Mona Lisa terminara de hacerse realmente popular tuvo que acontecer un suceso un tanto extraño como su robo y secuestro. No tanto por el hecho de que fuera secuestrada, sino por cómo sucedió y sus consecuencias. De repente, la Gioconda (Joconde, para los franceses) pasó a ser un instrumento de patriotismo que enfrentaba a dos naciones: Italia, lugar de nacimiento del autor y de la mujer retratada, y Francia, país que acogió los últimos días del pintor y propietaria de la pintura.

Hay que tener en cuenta que es una época de exacerbado nacionalismo, momentos previos a la Primera Guerra Mundial (la Gran Guerra) y que los dos países pertenecen a bloques diferentes. Pero, haciendo spoiler, adelanto que ambos gobiernos lo solventaron más que correctamente.

El robo de la Mona Lisa

En la mañana del lunes 21 de agosto de 1911, Vincenzo Peruggia, un carpintero italiano que había trabajado en el Museo del Louvre, aprovechó el día semanal de cierre para ejecutar el robo de la Mona Lisa. Se escondió durante la noche del domingo. A la mañana siguiente despojó a la Mona Lisa del marco, guardó la tabla debajo del guardapolvo y se la llevó.

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Portada del periódico italiano La Domenica del Correire, suplemento dominical, con una ilustración que simula el robo.

Un guardia se percató del espacio vacío, pero pensó que la pintura la habrían llevado a una de las sesiones fotográficas que por entonces se estaban realizando como documentación de los fondos del museo. Pasaron las horas y el día entero sin que el guardia diera ninguna alarma. Cuando se abrió el Museo de Louvre el martes 22 ya se hizo evidente su desaparición. La Mona Lisa había sido robada.

El Museo del Louvre cerró sus puertas durante una semana. El gobierno cesó al director de los museos nacionales, despidió al jefe de los vigilantes y sancionó a los guardias.

Difusión del robo y de la obra

Para la prensa era un suceso extraordinariamente apetecible y que vendería multitud de ejemplares. La prensa italiana hizo un extenso seguimiento, aunque se encontraba en París, consideraban la obra como propia, era su Lisa Gherardini, florentina de pro pintada por el genio del Renacimiento: Leonardo da Vinci. La prensa francesa también se lanzó en masa a la difusión de la noticia, lamentando su pérdida.

Durante semanas se siguió el acontecimiento, sin demasiados datos reales del hurto, se hacían conjeturas sobre el suceso, reconstrucciones con ilustraciones y fotografías, pero sobre todo se realizó una promoción excepcional de la obra. Aparecía todos los días en portada, analizaban la pintura, su composición, se hablaba de la modelo: Lisa Gherardini, de su autor: Leonardo da Vinci, se reciclaban las anécdotas sobre su ejecución de las que hablaba Vasari, se rescataban las palabras de Gautier, de Pater, se mencionaba lo enigmático de su sonrisa y miles de detalles que mantenían vivo el interés y consiguió que, de repente, la Mona Lisa fuera la pintura más famosa, al menos para franceses e italianos. La noticia fue cubierta también por la prensa internacional, pero sin alargarla tantas semanas en el tiempo.

A la vez, la cultura popular se puso a trabajar y empezaron a componerse canciones de cabaré que se tomaban con sorna el suceso, se dibujaban postales satíricas, incluso se proyectó en París una película de cincuenta minutos en clave de humor. Entre la prensa y todas estas expresiones populares del suceso se contribuyó a divulgar a la Mona Lisa con la machacona idea de lo enigmática de su sonrisa.

Apollinaire y Picasso

Si ya había poco revuelo debido al robo de la pintura, la prensa francesa descubrió que el poeta Guillaume Apollinaire había querido devolver dos estatuillas fenicias que había sustraído del Museo del Louvre en mayo de 1911. Este suceso le convertía en candidato de la autoría del robo de la Gioconda. Al parecer, el ladrón de las estatuillas había sido un amigo del poeta, que las había robado por una apuesta y que luego se las dio a Apollinaire. Cuando se enteró del robo de la Gioconda se puso nervioso y estuvo a punto de lanzar las estatuillas al Sena, pero su amigo Pablo Picasso le convenció para que las devolviera. La policía detuvo a Apollinaire que estuvo unos días en prisión y Picasso fue investigado por el robo.

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Cartel de película La banda Picasso de Fernando Colomo.

Este bizarro suceso dio para una película de Fernando Colomo: La banda Picasso. En ella se narra el asunto de las estatuillas robadas y la detención de Apollinaire y Picasso, aunque este último solo fue interrogado y no pisó la prisión.

El secuestro

El Louvre no volvió a abrir sus puertas hasta el 30 de agosto. Fueron pasando los meses y el propio museo daba ya la obra por perdida. En su propio catálogo de 1913 ya no aparecía. En marzo de 1912, el Louvre adquirió La mujer de la perla de Camille Corot para resarcir en parte el robo con el más famoso de los homenajes de la Mona Lisa.

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La mujer de la perla, Camille Corot. Museo del Louvre, París.

Después de más de dos años con la pista perdida de la Mona Lisa, el 29 de noviembre de 2013, un comerciante de antigüedades de Florencia, Alfredo Geri, recibió una carta firmada por «Leonardo». En ella indicaba que quería devolver la pintura a Italia a cambio de medio millón de liras, solo para cubrir gastos, dando a entender que sus motivos eran patrióticos. Era el deseo de recuperar el retrato de una dama florentina pintada por un pintor italiano.

Alfredo Geri puso en conocimiento de la carta a Corrado Ricci (Director General de Bellas Artes) y a Giovanni Poggi (conservador de los Uffizi). Los dos le aconsejaron a Geri que le pidiera al susodicho «Leonardo» que quería ver la pintura, este accedió y salió de París en tren con la pintura metida en una caja. Llegó a Florencia el 12 de diciembre de 2013 y se hospedó en el modesto Albergo Trípoli-Italia (ahora hotel Gioconda). Tanto Geri como Poggi analizaron el dorso de la tabla. Las obras del Renacimiento rara vez eran firmadas y en eso Leonardo da Vinci no era innovador, pero sí vieron que el número del inventario del Museo del Louvre coincidía.

Convencieron a este personaje que se hacía llamar «Leonardo» para que le dejaran llevarse la tabla a los Uffizi para poder analizarla mejor. Allí, cotejando con una foto del original, Geri y Poggi examinaron la pintura concienzudamente y comprobaron que era la obra de Da Vinci. Convencieron a «Leonardo» para que volviera al hotel y esperase allí hasta la entrega del dinero. Entonces, avisaron a la policía.

El móvil del robo

Este curioso personaje que se hacía llamar «Leonardo» era Vincenzo Peruggia, el autor del robo de la Mona Lisa. ¿Pero qué llevó a Peruggia a perpetrar el robo? Existen dos teorías.

Vincenzo Peruggia: el patriota

La primera y más sencilla sería la motivación patriótica: devolver a la Mona Lisa a Italia. Peruggia parece que partía de un error: la creencia de que el cuadro había sido expoliado por Napoleón Bonaparte y no que Leonardo lo había llevado consigo a Francia cuando pasó a ser protegido del rey Francisco I. De hecho, su intención inicial era sustraer otro cuadro, El Parnaso de Mantegna, pero la Gioconda era de menor tamaño y más fácil de transportar.

Peruggia que fue procesado en Italia, alegó que robó la pintura porque estaba enfadado al ver tanto arte italiano en manos francesas y que además estos le trataban de manera racista, llamándole despectivamente macaroni.

Eduardo de Valfierno: el falso marqués

En la segunda teoría, Peruggia solo sería el brazo ejecutor de una trama que implicaba a Eduardo de Valfierno, un estafador conocido como el «Marqués» (ya que se hacía pasar por uno) como el autor intelectual del robo de la Mona Lisa. La intención de hacer desaparecer la obra era tener tiempo para realizar el mayor número de copias, para lo que tenía a un compinche, el restaurador Yves Chaudron.

Consiguieron retener a la Mona Lisa durante más de dos años, tiempo suficiente para vender seis copias como si fueran originales, cinco llegaron a los Estados Unidos y otra a Brasil. En 1931, Eduardo de Valfierno confesó a un periodista amigo que él lo había organizado todo. Aportó fechas, datos e incluso los nombres de los compradores de las copias a los que estafó. Le pidió a su amigo que no lo publicara hasta después de su muerte, por lo que nunca pudo ser juzgado.

En realidad, las dos teorías son incluso compatibles. Parece que una vez robada la Mona Lisa por parte de Peruggia, Valfierno solo le pidió que la mantuviera en su poder para que así le diera tiempo de hacer las copias, pero nunca más se puso en comunicación con él. Cansado de mantener la obra escondida, Peruggia pudo decidir, llevado por su patriotismo y enojo con los franceses, traspasar la obra al museo italiano de los Uffizi. Está claro que su plan, inconsistente, no le salió bien, pero ni tan mal.

El juicio

Y digo que ni tan mal porque en el proceso que se llevó a cabo en Italia, Peruggia hizo el papel del patriota dolido. Su abogado fue astuto, alegó que al final, pues no había pasado nada, es más, la obra había adquirido aún más fama, por lo que el Museo de Louvre saldría hasta ganando. La verdad es que tuvo toda la razón. A partir de entonces, la Mona Lisa pasó a ser la obra más importante y afamada de todo el museo.

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Ficha policial de Vincenzo Peruggia.

El juez fue benevolente con Vincenzo Peruggia, solo fue condenado a un año y medio de prisión del que solo cumplió siete meses. Para muchos su figura había sido la de un héroe y patriota italiano, pero lo cierto es que Peruggia era un pobre diablo que incluso había pisado la cárcel con anterioridad por intentar atracar sin éxito a una prostituta.

La gira de la Mona Lisa por Italia

Tras la recuperación de la Mona Lisa por parte del gobierno italiano, se llegó rápidamente a un acuerdo con los franceses que permitieron se exhibiera en varias ciudades italianas antes de ser devuelta al Louvre en París.

Los italianos, orgullosos de su Mona Lisa, acudieron en masa a las exposiciones de la pintura que se realizaron en Florencia, Roma y Milán.

La Mona Lisa se volvió a colgar de nuevo en el Museo del Louvre el 4 de enero de 1914.

Iconoclastas

La Mona Lisa ya había pasado a ser, no solo referente para el ambiente cultural, sino también de la cultura popular. Esto fue aprovechado por los nuevos movimientos de vanguardia de índole iconoclasta como el futurismo, dadaísmo o surrealismo. La Mona Lisa pasó a ser un claro objetivo de sus travesuras provocadoras e irreverentes.

El comportamiento iconoclasta requiere que el icono que se pretende destruir sea famoso y respetado por el ambiente artístico más convencional. Y en ello se afanaron algunos artistas como Marcel Duchamp.

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La Mona Lisa de Marcel Duchamp

En 1919, Duchamp se hizo con una postal de la Gioconda a la que pintó, como si fuera la broma de un colegial, un bigote y una barba de chivo. Pero no quedó ahí la provocación, debajo añadió las siglas L.H.O.O.Q. Son letras que leídas en francés suenan «elle a chaud au cul», traducido al español: «ella tiene calor en el culo». Una provocación y un verdadero sacrilegio para los academicistas del arte.

Duchamp había creado escuela y se abrió la veda para que otros artistas como Man Ray o Magritte lo intentaron con otros iconos del arte clásico como la Venus de Milo.

Salvador Dalí, contradictorio, pero siempre provocador e irrespetuoso, también se dejó llevar por el poder del icono de la Gioconda. Aunque en 1963 censuró la agresión de Duchamp, el fotógrafo Philippe Halsman le recordó que en alguna ocasión le había mencionado que quería parecerse a la Mona Lisa. Así que le propuso a Dalí hacer un fotomontaje con su cara y con monedas en sus manos. Dalí quedó encantado.

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La Mona Lisa con la cara de Salvador Dalí.

Gioconda universal: icono pop y publicitario

Marcel Duchamp ya había abierto la veda y la utilización de la Mona Lisa como icono pop, publicitario fue solo cuestión de tiempo. Esta masiva difusión la hizo aún más popular, incrustándose en el imaginario colectivo a nivel mundial.

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La Mona Lisa en la publicidad. Los ejemplos de Nescafé y Lego.

En el campo de la publicidad tenemos ejemplos de multitud de marcas que se sirven del referente para darle un toque de humor o incluso de provocación. Pero no solo para realizar campañas concretas. Los términos Mona Lisa o Gioconda se han utilizado para el propio nombre de marcas, comercios o incluso tipos de alimentos, como las patatas Monalisa.

Incluso, durante la Segunda Guerra Mundial, la BBC utilizaba la frase «La Gioconda conserva la sonrisa» para comunicarse en clave con la Resistencia francesa. Este es otro de los múltiples ejemplos de cómo el icono de la Mona Lisa llegó a calar en el imaginario colectivo mundial.

Turismo de masas

Con el auge del turismo, las grandes atracciones de cada país se convierten en reclamo. La Mona Lisa no podía ser menos, después de la Torre Eiffel, el Museo del Louvre con la Gioconda como estandarte es el segundo lugar más visitado de París. Ir a ver la Mona Lisa es casi un acto de peregrinación de masas, lo que la ha convertido en casi una atracción de feria y objeto de la foto obligada. En un mundo lleno de fieles reproducciones se valora, más que nunca, ver el original, el selfie, el estar allí y demostrarlo.

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La Mona Lisa, dentro de su vitrina, en el Museo del Louvre.

Delante del cuadro de la Gioconda existe una nube permanente de turistas que consiguen que el acto reflexivo de contemplación de una obra de arte sea inviable. Además, hay que tener en cuenta las dimensiones de la obra (79×53 cms.) dentro de una vitrina a prueba de balas. Cada persona que pasa por allí no tiene más que unos pocos segundos para admirarla, o denostarla, según el gusto de cada cual. Ha terminado siendo un icono accesible para mucha gente y a la vez imposible de disfrutar en vivo.

Vandalismo

A esto hay que añadirle los intentos de vandalismo como el sucedido el 30 de diciembre de 1956. El boliviano Hugo Unzaga Villegas lanzó una piedra al cuadro, dañando ligeramente el codo de la Mona Lisa. Según el informe psiquiátrico posterior. Unzaga no estaba cuerdo y escuchaba voces. Igual, al ver la sonrisa de la Mona Lisa, pensó que se reía irónicamente de él. Después de este ataque se instaló la vitrina protectora. En agosto de 2009, una turista rusa lanzó una taza de té vacía, esta se rompió contra el cristal que se rayó. Lisa quedó intacta gracias a su escudo antitazas.

El último acto vandálico fue el 29 de mayo de 2022, cuando un visitante con peluca y simulando ser un discapacitado lanzó un tartazo contra el cristal de protección. Era parte de las reivindicaciones en favor de la protección del planeta.

Conclusión

Como ves la Mona Lisa da para mucho, ríos esfumados de tinta se han escrito y se escribirán. Muchos se preguntan si ¿es la obra de arte más sobrevalorada de la historia del arte? Con todo lo que tiene que ver con el arte es siempre subjetivo, depende del valor que le da cada cual. ¿Qué es lo que ha hecho a la Mona Lisa la pintura más famosa del mundo? Quizá sea su misterio, las preguntas que nos suscita cuando miramos a sus ojos y escrutamos su sonrisa. Lo que es seguro es que algo tiene Lisa y su sonrisa para que se haya convertido en un Hit de la pintura universal.

Imágenes: Salva Franco (infografía Mona Lisa), Wikimedia Commons, Museo del Prado, Estudio de Carbon y Hesslinger.