La carta de Leonardo da Vinci a Ludovico Sforza

Leonardo da Vinci era un tipo audaz, seguro de sus posibilidades, valiente, apasionado y obsesivo. En 1482 decidió salir de la Florencia de su juventud y buscar trabajo en la corte de Milán, donde una atmósfera cultural y científica estaba en incipiente crecimiento. Así que con determinación envió una carta a Ludovico Sforza, gobernante de facto de Milán, explicando todo de lo que era capaz. Y la verdad, no era poco.

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Detalle de la carta que Leonardo da Vinci envió a Ludovico Sforza

Leonardo da Vinci abandona Florencia

En 1482, con casi 30 años de edad, Leonardo da Vinci marcha de Florencia. Había vivido toda su juventud en la ciudad, donde aprendió el oficio de artista en el taller de Andrea del Verrocchio. La misma ciudad en la que fue acusado de sodomía y donde dicen que llegó a regentar una taberna con Sandro Botticelli. Como artista en alza, ya había dado muestras de su genialidad y de su falta de compromiso, dejando obras inacabadas como La Adoración de los Magos y San Jerónimo penitente.

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Retrato de Lorenzo de Medici, taller de Bronzino

Leonardo era protegido por el importante mecenas y gobernador de facto de Florencia, Lorenzo de Medici, «el Magnífico». Pero nunca fue uno de los artistas predilectos de este que favoreció a otros, sobre todo, a Botticelli. Sí parece que Leonardo era apreciado por Lorenzo como músico. Por ello, dentro de su política de diplomacia cultural, Leonardo fue enviado a Milán.

La política de diplomacia cultural de Lorenzo de Medici

La Italia del siglo XV estaba formada por pequeños estados vigilados por dos potencias que se disputaban la hegemonía en la zona (Francia y España) y la importante presencia de la Roma papal. Eran tiempos de un inestable equilibrio de poderes, en los que las rivalidades y alianzas eran muy volátiles y cambiantes. Lorenzo de Medici, aprovechando la creciente y fructífera atmósfera cultural florentina, que él mismo promocionaba como mecenas, estableció una política de diplomacia cultural. Se servía del poderío cultural florentino para fortalecer alianzas. Al igual que artistas como Botticelli acudieron a Roma o anteriormente Verrocchio a Venecia, Leonardo fue enviado como músico a Milán.

Llegada de Leonardo da Vinci a Milán

En febrero de 1482, Leonardo da Vinci y su compañero Atalante Migliorotti, de solo 15 años, salen de Florencia rumbo a Milán. Leonardo enseñó a tocar la lira a Atalante y ambos se presentarían en la corte de Milán como músicos. Además, harían entrega a Ludovico Sforza de una lira de plata con forma de cráneo de caballo. Dicen que Leonardo era un excepcional intérprete de la misma.

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Retrato de Ludovico Sforza de Ambrogio de Predis

Desde 1481, Milán estaba gobernada de facto por Ludovico Sforza, conocido como «el Moro» por su tez oscura. Aún no era el duque de Milán, pero ejercía como regente de su sobrino Gian Galeazzo Sforza. Ludovico era pragmático y despiadado, pero también estaba provisto de cultura y buenas maneras. A su corte había atraído a grandes artistas y eruditos. Entre ellos se encontraban el pintor y arquitecto Donato Bramante y el matemático Luca Pacioli. Con los que más adelante colaboraría y tendría amistad.

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La corte de Milán de Ludovico Sforza de Giuseppe Diotti (1823). En el cuadro, Leonardo presenta a Ludovico el boceto de La Última Cena. También aparecen otros personajes importantes como Beatriz de Este, Donoto Bramante, el músico Franchino Gaffurio, el matemático Luca Pacioli y el poeta Bernardo Bellincioni.

La nómina de artistas de Milán, en comparación con la de Florencia, era más exigua, lo que planteaba más oportunidades de trabajo para Leonardo. También, como curioso empedernido y polímata en ciernes, se beneficiaba de que Milán rebosara de académicos y hombres de ciencia. Muy cerca de Milán se encontraba la prestigiosa Universidad de Pavía, donde podía consultar libros y relacionarse con intelectuales.

La solicitud de empleo de Leonardo da Vinci a Ludovico Sforza

Milán era una importante ciudad al norte de Italia, casi fronteriza con Francia. Representaba una importante pieza del complejo puzle de la Italia del siglo XV. La amenaza de la guerra era real y estaba siempre presente. Eso daba la oportunidad a Leonardo de buscar trabajo, además de como artista, como ingeniero militar. También sabía del interés de Ludovico por honrar a su padre Francisco I, fundador de la dinastía Sforza, con la erección de una estatua ecuestre.

Con esta información en su poder y con la firme convicción de empezar una nueva vida en Milán, Leonardo, audaz y atrevido, redacta una carta a Ludovico Sforza ofreciéndose para trabajar a su servicio.

La carta

El borrador de la carta de Leonardo da Vinci dirigida a Ludovico Sforza se encuentra dentro del Códice Atlántico, folio 1082.

La carta original que se envió a Ludovico no se conserva. Es posible que la realizara un escribano al que Leonardo le diera este borrador. De hecho, se encuentra en escritura convencional y no especular, como era habitual en él, para que el copista pudiera redactarla sin problemas.

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Borrador de la carta de Leonardo da Vinci a Ludovico Sforza

Transcripción y traducción del borrador de la carta a Ludovico

Ilustre Señor mío:

Tras ver y sopesar de modo suficiente los logros de todos aquellos que se encuentran entre los maestros y artífices de instrumentos de guerra, y tras tomar en consideración que la invención y el desarrollo de dichos instrumentos no se diferencian en nada de los que de uso común, me propongo, sin ánimo de desacreditar a nadie, dar a Vuestra Excelencia las explicaciones convenientes para que podáis entender el desarrollo de mis secretos y ponerlos, a continuación, a vuestra entera disposición, así como, llegado el momento oportuno, participar en el desarrollo que hagan efectivas y operativas todas las propuestas que procedo a enumerar con brevedad.

1. Tengo planos para realizar todo tipo de puentes ligeros, fuertes y sencillos de transportar, con los que poder perseguir al enemigo o huir de él, fuertes e indestructibles tanto al fuego como a la batalla, cómodos y fáciles de montar y desmontar. También dispongo de los medios para quemar y destruir los del enemigo.

2. Durante el asedio de un territorio conozco la manera de retirar el agua de los fosos y de construir una cantidad infinita de puentes, manteletes, escalas y otros instrumentos adecuados para tal propósito.

3. También, si no es posible bombardear el terreno sitiado debido a su elevación o por la protección que le ofrece el lugar en el que se encuentra, dispongo de métodos para destruir cualquier fortaleza o edificio de cualquier tipo, siempre que no se hayan edificado sobre la misma roca.

4. Puedo también construir un tipo de cañón, muy cómodo y de fácil transporte, con el que es posible lanzar pequeñas piedras como si fuera granizo y con un humo que causa gran pavor en el enemigo que sufre grandes bajas y confusión.

9. (Leonardo colocó este punto en esa posición). Si la batalla se desarrolla en el mar, puedo construir instrumentos de gran utilidad tanto para el ataque como para la defensa, así como navíos capaces de resistir el fuego del más grande de los cañones, de la pólvora y de otras armas.

5. Conozco la manera de acceder a cualquier lugar a través de minas y túneles subterráneos, excavados sin realizar ruidos, incluso cuando es necesario pasar por debajo de un foso o de un río.

6. También puedo construir vehículos acorazados, seguros e inexpugnables, capaces de adentrarse entre las tropas enemigas, de manera que no existe grupo de hombres armados con suficiente fuerza como para impedirlo. La infantería podrá avanzar tras su estela sin daños ni impedimentos.

7. También, si existe la necesidad, puedo construir bombardas, morteros y piezas de artillería de hermoso diseño y funcional, fuera de lo común.

8. Cuando el uso de artillería fuera imposible, puedo construir catapultas, mangoneles, fundíbulos y otros aparatos insólitos de asombrosa eficacia. En resumen, según las circunstancias, puedo construir una cantidad infinita de ingenios de ataque y defensa.

10. En tiempos de paz, creo poder satisfaceros como cualquier otro en la arquitectura y construcción de edificios, ya sean públicos o privados y así como en la canalización del agua de un lugar a otro.

Además, puedo realizar esculturas en mármol, bronce o arcilla. También en la pintura soy capaz de hacerlo tan bien como cualquiera, sea quien fuere.

Por añadidura, podría trabajar en realizar una estatua ecuestre de bronce para mayor gloria inmortal y eterno honor a la feliz memoria de vuestro padre, Su señor y de la ilustre casa de los Sforza.

Y si alguien considerase imposible o impracticable alguna de las cosas aquí mencionadas, estoy totalmente dispuesto a demostrarlo en vuestro parque o en cualquier otro lugar que desee Vuestra Excelencia, a quien me encomiendo con toda la humildad posible.

En saco roto

Lo cierto es que no hubo respuesta a la carta, que sepamos. De hecho, Leonardo no empezaría a trabajar para la corte de Ludovico Sforza hasta ocho años después de su llegada a Milán. Sí empezó a recibir algún encargo un poco antes, como la realización del monumento ecuestre de Francisco I o el retrato de Cecilia Gallerani (La dama del armiño). Así que la carta no tuvo efecto, al menos, inmediato.

Quizá a Ludovico, este Leonardo, le pareciera un fanfarrón. O simplemente en aquellos años que parecían más tranquilos, pero que no duraron mucho, no sentía la necesidad de contratar a un ingeniero militar. Tampoco a un artista en nómina, ya que Donato Bramante ya trabaja para él.

Durante esos primeros años en Milán, Leonardo trabajó en colaboración con el taller de los hermanos De Predis. El más importante de los tres era Ambrogio de Predis, pero también trabajan con él dos hermanastros: Evangelista y Cristoforo, que era sordomudo. La obra más destacada de esta colaboración fueron las dos versiones de La Virgen de las Rocas.

Como arquitecto aprovechó el concurso para rematar con un cimborrio la catedral gótica de Milán para entablar relaciones con otros artistas, como con Francesco di Giorgio. Realizó sus primeros estudios anatómicos e hizo avances en distintas materias científicas.

Leonardo da Vinci: ingeniero militar

Leonardo se presenta a Ludovico, sobre todo, como ingeniero militar a sabiendas de la necesidad de cubrir ese puesto en una ciudad fronteriza como Milán. No era un charlatán ni iba de farol. Ya en Florencia su interés por la mecánica y su imaginación desbordada le habían llevado a diseñar algunas ingeniosas ideas. El mecanismo para hacer caer las escalas del enemigo ya habían sido esbozados.

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Ingenio para tirar las escalas del enemigo durante la defensa de un asedio

De re militaria de Roberto Valturio

La imprenta abrió la posibilidad de la difusión de los primeros libros y Leonardo tuvo acceso al De re militaria de Roberto Valturio. La obra de Valturio tampoco se puede decir que fuera del todo original. Muchos de los instrumentos que describe en De re militaria venían de Arquímedes y de los militares de la Roma antigua. Algunos incluso eran versiones de armas árabes.

Las ideas de Valturio, y puede que también del protocientífico Roger Bacon, desataron la imaginación de Leonardo, que como siempre quiso ir un poco más allá. Un ejemplo es el carro falcado con guadañas, que ya aparece en el tratado militar de Valturio, pero al que Leonardo da una nueva dimensión. Por cierto, bastante más terrorífica. El dibujo con los cuerpos desmembrados por el suelo es pavoroso.

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Carro falcado con guadañas

Pero fueron muchos más los ingenios en materia de ingeniería militar que diseñó Leonardo. Diferentes tipos de armas, entre las que se encontraban cañones múltiples y desmontables. El famoso carro de combate y la bombarda múltiple. Una ballesta gigante, diferentes tipos de catapultas. También estudió la construcción de fortalezas y soluciones logísticas como puentes móviles que permitían el movimiento rápido de las tropas.

Muchos de los ingenios que menciona en la carta ya los había empezado a desarrollar. Algunos ya probados su eficacia, como los puentes desmontables y muchos otros solo sobre el papel como el carro de combate. Cuando menciona todas esas posibilidades militares a Ludovico Sforza es porque tiene confianza en solventar con sus diseños cualquier reto militar que se le plantee.

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Dibujo de puente desmontable que aparece en el Códice Madrid I

¿Ingeniero militar pacifista?

Leonardo era pacifista, en cambio, diseñaba armas de guerra, algunas realmente terroríficas. Puede que tenga su explicación y revisando su biografía, he podido comprobar que su fascinación por la guerra se corta de raíz hasta después de trabajar al servicio de César Borgia. Antes de este acontecimiento, Leonardo no parecía muy distinto al de la mayoría de sus contemporáneos.

La violencia era algo usual en la Edad Media y lo seguía siendo en la Italia renacentista. Las ejecuciones públicas eran habituales, se realizaban en plazas y eran muy concurridas. Sabemos que Leonardo asistió a algunas, es famoso su dibujo del ahorcado. No parece que Leonardo fuera muy distinto, en este sentido, a la mayoría de sus contemporáneos.

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Dibujo del ahorcado Bernardo Bandini

También los conflictos bélicos eran el pan de cada día. Al parecer Leonardo sentía cierta atracción por toda esta maquinaria belicista. Aunque nos disguste, muchos avances técnicos y científicos han sido debidos a la focalización de recursos que se hacen en tiempos de guerra. Y veo normal que Leonardo fuera en cierta manera seducido por ello. Por todas esas posibilidades de una ingeniería innovadora, dado su carácter curioso y original.

Cuando pasa a trabajar para el cruel Borgia, vive como espectador la batalla de Fossombrone. En ella, tropas españolas al servicio de César Borgia entran en una fortaleza, masacran a sus habitantes y saquean la ciudad. Parece que este y otros acontecimientos similares le dejaron marcado. Decía de la guerra que era una «locura bestial», exactamente lo que quiso representar después en su malograda Batalla de Anghiari. En cuanto le fue posible, dejó de trabajar para César Borgia. A partir de entonces no parece que volviera a realizar diseños de armamento, solo estudios para reformas de alguna fortaleza.

El monumento ecuestre a Francisco I

Hasta la primavera de 1489 no recibió el encargo que había solicitado siete años antes a Ludovico Sforza en su carta. Leonardo ideó una escultura ecuestre colosal, conocida como Il Cavallo, en memoria de Francisco I, padre de Ludovico. Le dio mucha más importancia al caballo que al padre de Ludovico. Era un apasionado de los caballos y se le veía la patita.

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Boceto para el monumento ecuestre en homenaje a Francisco I

Leonardo dedicaría de manera intermitente unos seis años a la realización del proyecto. Se abortó en 1494 cuando el bronce que se proyectaba destinar a su fundición fue desviado para fabricar cañones. Finalmente, el rey francés Luis XII entraría en Milán sin oposición, los cañones ni se fabricaron. El enorme modelo de arcilla de Il Cavallo, terminó siendo utilizado como diana por los ballesteros del ejército francés.

El destino parecía que le daba una segunda oportunidad a Leonardo en 1506. En su vuelta a Milán (tuvo que marchar en 1499 con la llegada de los franceses) le confiaron la realización de un nuevo proyecto. Resucitaba el proyecto de una gran estatua ecuestre, ahora coronaría la tumba monumental al gobernador de Milán Gian Giacomo Trivulzio. El destino volvió a serle esquivo a Leonardo porque tampoco se llevó a cabo.

Canalizaciones y ciudad ideal de Milán

En el punto 10 de la carta de Leonardo da Vinci a Ludovico Sforza indica que también puede acometer proyectos sobre canalización de las aguas, arquitectura y construcción de edificios.

Pero como siempre, Leonardo fue más allá. Cuando pasó a estar en nómina de la corte de Milán, ideó una ciudad ideal en la que combinaba calles y canales en un sistema unificado de circulación. Pretendía albergar una población de unos 30.000 habitantes, con espacios amplios y ventilados en su superficie. Existiría un nivel inferior para el comercio, los canales y el saneamiento de aguas residuales.

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Boceto de la ciudad ideal de Milán

Como casi todo lo que imaginó Leonardo, no se hizo efectivo, pero hubiera sido una ciudad muy adelantada a su tiempo. Mucho más limpia, ordenada y salubre, lo que era importante para evitar los numerosos episodios de epidemias como el tifus o la peste.

Leonardo da Vinci en nómina de la corte de Milán

En 1490, ocho años después de su llegada a Milán y de la carta enviada a Ludovico Sforza, Leonardo logró su propósito. Fue nombrado como «ingeniero y pintor» de la corte de Milán. Tendría derecho a un taller, alojamiento para él y sus ayudantes y un estipendio mensual. Mantuvo el cargo hasta 1499 con la entrada de las tropas francesas en Milán.

Fue su periodo más fructífero y variado. Trabajó como asesor de arquitectura, ingeniero, productor de obras teatrales y escultor frustrado. Realizó su estudio de proporciones humanas reflejado en su Hombre de Vitruvio. Inició sus estudios de anatomía con disecciones. Como pintor dejó retratos como La dama del armiño, Retrato de un músico, La Belle Ferroniére y La Bella Principessa. Relevante también sus dos versiones de La Virgen de las Rocas, pero sobre todo el mural de La Última Cena.